La evolución de la composición del Consejo Rector de Puertos del Estado en el último año no nos brinda nada nuevo bajo el sol y ni siquiera nos consuela que, en apariencia, de momento no nos hayan colado otro Koldo.
Las nuevas incorporaciones siguen redundando en la firme apuesta de colocar en el máximo órgano del sistema portuario español a toda esa panoplia de asesores que pululan por los ministerios y a los que es necesario completarles el sueldo con las dietas de asistir a las reuniones de consejos como el del Organismo Público, junto a muy diversos jefes de gabinete y demás subdirectores variopintos, todos ellos además sin conocimiento ni previo ni directo de la materia, pues en la mayoría de los casos pertenecen a departamentos tangenciales de ministerios que se les podría suponer cierta vinculación justificativa con el ámbito administrativo-portuario, aunque algunos ni eso.
No olvidemos que estas personas, nombradas directamente por el Ministro de Transportes, no están en representación de ninguna administración, órgano o departamento, ni la Ley les exige ninguna formación, característica o valor, lo que ayuda a perpetuar esta evidente falta de respeto.