En los últimos años, los puertos españoles han hecho sus deberes y los han hecho bien. En la actualidad, contamos, sin ninguna duda, con uno de los mejores sistemas portuarios de Europa y, por qué no, del mundo. Se ha invertido mucho en modernización de infraestructuras y también de infoestructuras, básicas estas últimas para garantizar la agilidad y la eficacia en la operativa y la fluidez de la cadena logística.
Fruto de este buen hacer, los tráficos han ido creciendo de forma paulatina, tanto los de importación y exportación –gracias al auge de la economía tanto en España como en nuestros mercados más cercanos– como los de transbordo, dando así las navieras a nuestros puertos el visto bueno para ejercer de hubs.
También lo han estado haciendo bien los aeropuertos, cuyos tráficos de mercancías se han multiplicado y, con el liderazgo de Madrid y Barcelona, pero también el de Zaragoza y Vitoria, de la mano de las grandes empresas del país, hemos ido creciendo en conexiones continentales y transoceánicas.
En ambos casos –puertos y aeropuertos– estamos hablando de infraestructuras básicas para el comercio internacional y para la economía actual. Pero no solo las infraestructuras son clave, también son imprescindibles en el engranaje las respectivas comunidades portuarias y aeroportuarias, es decir, todas aquellas empresas, instituciones y entidades de índole diversa que forman parte de la cadena de suministro. Todos y cada uno de los eslabones de esta cada son responsables de que el sector vaya bien.
Sin embargo, hay veces en que los engranajes chirrían, unos eslabones chocan con otros y se producen ciertas disfunciones que es necesario arreglar rápidamente. Bien es cierto que puertos y aeropuertos no son los responsables directos de que las mercancías crezcan o caigan. De ello, los responsables son los cargadores, que afinan sus producciones en función de los vaivenes de la economía. Pero sí que es cierto que las infraestructuras logísticas pueden contribuir en mayor o menor medida a que estos cargadores se decanten por una o por otra.
En estas últimas semanas están saliendo a la luz algunas noticias y/o datos algo preocupantes. Pese a que las previsiones económicas tanto de la Unión Europea como del FMI y de otras organizaciones mantienen que se crecerá en los próximos meses e incluso en 2020, no es menos cierto que muchas de estas entidades están rebajando los porcentajes de crecimiento que habían calculado con anterioridad.
Por otro lado, las exportaciones españolas a través de algunos puertos están dando signos de agotamiento y o bien no crecen tanto como meses atrás o bien, directamente, caen. También se percibe un cierto enfriamiento en los aeropuertos, comentan algunos operadores.
A diferencia de otros sectores, el logístico no es de los que alardean del crecimiento, ni del buen momento por el que pasa. Más bien al contrario. En épocas de pleno crecimiento, muchos eran los que ponían caras largas asegurando que esa supuesta bonanza no era para tanto –pese a que los resultados empresariales acababan demostrando que sí, que era para eso y para más–. Pero bien es verdad que, como dice el refrán, cuando el río suena, agua lleva.
Y si algunos operadores empiezan a hablar de síntomas de agotamiento, habrá que estar al quite para no perder oportunidades de negocio.
Algunas normativas que afectan al comercio exterior, a las aduanas y a servicios paraduaneros no ayudan. Los sectores privado y público deben ir de la mano en esto. Nos va el futuro en ello.