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¿Cuánto vale una promesa?

  • Última actualización
    22 diciembre 2023 16:31

Me importan las mercancías. Por supuesto. Y me importa el tren y el transporte ferroviario. De mercancías, sí, pero también de personas. Y por encima de todo me importo yo mismo. Y los míos. Por eso, como ciudadano que vive en esta isla ferroviaria llamada Euskadi, extensiva a todo el Cantábrico, no puedo sino erigirme en lobby unipersonal y aprovechar el espacio de esta columna para clamar de nuevo contra el apartheid ferroviario que padecemos quienes vivimos en esta región periférica de Europa. Cada vez más periférica. Cada vez menos conectada. Cada vez más olvidada. Pero no resignada.

Tal vez tengamos la culpa nosotros mismos (los cantábricos: gallegos, asturianos, cántabros, vascos) de no haber elevado suficientemente la voz para defender las infraestructuras de transporte que nos sitúen, al menos, en condiciones de igualdad respecto a otras regiones mucho más activas y convincentes en su labor de lobby. Ganado tienen lo que, a decir verdad, tampoco es mucho hasta la fecha.

La política, el llamado “arte de hacer posible lo necesario”, no ha cumplido en el Cantábrico con su principal misión. Al contrario, cuatro comunidades autónomas como Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi, gobernadas durante décadas por partidos políticos distintos y en ocasiones antagónicos, no han sido capaces de articular una estrategia ferroviaria común para coser con raíles y traviesas sus territorios y conectarse con Europa.

Raquel Sánchez anunció en 2022 una inversión de al menos 2.500 millones de euros para la nueva conexión ferroviaria entre Santander y Bilbao

Décadas después de iniciarse las obras de la red ferroviaria vasca de alta velocidad o “Y vasca”, que sigue sin tener horizonte de finalización, o de que se construyera el túnel del Serantes para sacar las mercancías del Puerto de Bilbao como pieza básica de una Variante Sur Ferroviaria que duerme en los cajones de los despachos oficiales, la tozuda realidad nos dice que recorrer en tren los apenas 100 kilómetros que separan por carretera Bilbao y Santander supone un viaje de tres horas de duración en lugar de 60 minutos en coche. Lo mismo sucede con el tren entre Bilbao y Donostia. De las conexiones ferroviarias con el resto de la península, mejor no hablar.

La pasada semana se conoció la decisión de la Comisión Europea de rechazar financiar el tren Santander-Bilbao, una conexión ideada como un ramal del Corredor Atlántico, que queda ahora fuera de la red básica que fijaba para 2040 su entrada en vigor. Otro palo más en la rueda del tren en el Cantábrico.

Sin financiación europea no hay tren Santander-Bilbao. ¿O sí? ¿Creen en las promesas de los políticos? ¿Cuánto del 1 al 10? Y recojo una nota de prensa publicada en la web del Gobierno de España (www.lamoncloa.gob) el 31 de marzo de 2022, titulada “Raquel Sánchez anuncia una inversión de al menos 2.500 millones de euros para la nueva conexión ferroviaria entre Santander y Bilbao”, en la que puede leerse: “La ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, ha presidido el acto de presentación de las seis alternativas en estudio, que suponen una horquilla de inversión entre los 2.500 y los 3.100 millones de euros para 100 km y que rebajarán a una hora de viaje la conexión ferroviaria entre ambas capitales” (...) “Las seis alternativas en estudio para 100 km rebajarán, con paradas, a una hora de viaje la conexión ferroviaria entre ambas capitales, incluyendo los 20 km de la Variante Sur Ferroviaria de Bilbao”.

Sabemos lo que valía la promesa de Raquel Sánchez. Ahora que Europa nos ha negado su financiación, esperaremos a que Óscar Puente nos regalé una nueva promesa. Por prometer, que no quede.