Complicado será saber, a ciencia cierta, qué importancia real tiene la afección medioambiental de la ampliación del aeropuerto de El Prat. Pocos saben, con datos contrastados, si el posible daño en la Laguna de la Ricarda es pequeño o grande, o si, con las medidas compensatorias previstas, sale ganando o perdiendo el medioambiente.
Para paralizar una inversión, puestos de trabajo y futuro, para salir en la tele, que a veces parece que es de lo que se trata, solo hace falta nombrar al medioambiente. Nadie se ha preocupado de bajar al detalle, de indagar el ajuste fino.
Laguna de la Ricarda. Está de moda, siempre verbal y teórica, eso de defender a los animales y las plantas, por encima de lo que sea. Está de moda, además, hacer oposición, aunque sea desde el gobierno, contra tus socios o contra ti mismo. Mola estar en contra, ponerte camisetas con mensajes, paralizar, enfrentarse, manifestarse. Porque al llegar a casa, te quitas la camiseta, cuelgas la pancarta y punto, ahí acabó tu función.
Se consigue un rédito mediático, con la duda de si se ha trabajado por la sociedad o por uno mismo. Labor muy distinta de la de sacar adelante proyectos de futuro, con lo que supone eso de trabajar duro durante años, aguantar críticas fundadas o infundadas, insultos y zancadillas de unos y de otros, tan solo para crear algo que se cree que es en beneficio de todos, aunque nadie conozca jamás el nombre de los responsables de ese proyecto. Ya ven, mucho mejor oponerse.
En el tema de la ampliación del aeropuerto se ha atacado un proyecto por sus posibles afecciones medioambientales. Los ataques han sido concretos, la afección medioambiental sigue siendo no cuantificada.
Los mismos que en el gobierno local apoyaban al gobierno central para sacar adelante el proyecto, critican directa o indirectamente a sus socios de acuerdo, y, además, se preparan para ir a la manifestación en contra.
Y, miren por donde, se produce un hecho que hace tiempo que venimos pensando que es posible. El gobierno central ha hecho “una Mutua”... que criticas y te manifiestas en contra de un proyecto que has acordado conmigo, pues yo... paralizo el proyecto. Te quedas sin inversión y sin puestos de trabajo, sin hub internacional y sin futuro aeroportuario... pero con la laguna de la Ricarda. Y no pasa nada. Cada cual muy dueño de elegir, siempre y cuando tenga muy en cuenta que a veces se concede lo que dices desear. Y ocurre que ahora, los que se oponían al proyecto... tampoco están contentos. Las críticas, quejas y lamentos que antes eran por la ampliación, son ahora por la no ampliación. El síndrome de la Gata Flora en todo su esplendor.
Lo grave de todo esto es que, si finalmente estos proyectos salen adelante, nadie pagará por el inmenso gasto que supone el retraso de su puesta en marcha. Si no se lleva a cabo, porque se considera que el daño medioambiental supera a los beneficios, nadie pagará tampoco por el inmenso coste que ha supuesto hacer mal ese proyecto.
Trabajar durante años para nada, a costa del erario público, no puede salir gratis. Los proyectos que se trazan han de ser posibles en función de todos los parámetros legales y sociales. Proyectar para nada… es tontería, que no debe salir gratis a sus responsables.
Mientras haya tantos y tontos que vivan del enfrentamiento, no podemos contar con que temas tan rimbombantes como la ampliación de El Prat hayan terminado. No nos caerá esa breva. Supongo que la ampliación de la terminal se acabará haciendo, pero también supongo que el trabajo de los técnicos y especialistas se retrasará gracias a la labor de políticos y advenedizos.
Y no se confundan los “haters”. Siempre apostaré por el crecimiento medioambientalmente sostenible. Pero si tengo que elegir entre humanos y animales y plantas, me quedo con los humanos, esos que siempre han elegido pan y trabajo y... que no les mientan.