Demasiadas incertidumbres y una alta volatilidad en la industria empañan la bola de cristal, o como los videntes prefieren llamarlo, el Orbe, de quienes en circunstancias más favorables, sí se atreven a dar un pronóstico.
Si bien las líneas navieras obtuvieron unos resultados más que aceptables durante la pandemia en 2020, el actual nivel que han alcanzado los fletes, especialmente elevados en las rutas entre China y Europa, resulta insostenible a medio plazo y precisa de un reequilibrio una vez se corrijan los desajustes en la cadena de suministro, se alivien las tensiones geopolíticas y de proteccionismo comercial, se despejen las dudas sobre la recuperación económica en diferentes regiones y se den las condiciones necesarias para el cumplimiento de las iniciativas medioambientales, sociales y de gobierno corporativo, como las impulsadas por la normativa IMO 2020 para el sector marítimo.
Este relato global tiene, por supuesto, su reflejo en el ámbito más local. Ahora que la FundéuRAE reconoce el término “glocal” como “aquello que hace referencia a factores tanto globales como locales o reúne características de ambas realidades”, el mercado del contenedor marítimo se nos presenta hoy más “glocal” que nunca. Así, hace unos días, un profesional logístico bilbaíno me alertaba de la preocupante escasez de equipos vacíos, señalando a China y al Año Nuevo Chino como responsables del acaparamiento de un buen número de contenedores que han quedado ahora fuera de las rutas habituales, generando distorsiones indeseadas en el mercado. En “su” mercado.
El contenedor, el cajón metálico, como icono del mundo globalizado y símbolo del comercio internacional, es hoy, más que nunca, un valor en alza, un commodity en sí mismo, material tangible que se puede comerciar, comprar o vender, la verdadera materia prima que mueve el mundo
El contenedor, el TEU, como icono del mundo globalizado y símbolo del comercio internacional, es hoy, más que nunca, un valor en alza, un commodity en sí mismo, material tangible que se puede comerciar, comprar o vender, la verdadera materia prima que mueve el mundo. Al igual que el filósofo Marshall MacLuhan (conocido por acuñar el término “aldea global” o la frase “el medio es el mensaje”) propuso que un medio en sí mismo, no el contenido que transporta, debe ser el foco de estudio, otro Mac, esta vez Malcom MacLean, llevó sin saberlo la idea de MacLuhan al plano más material posible.
La creación de MacLean, el contenedor, el cajón metálico que revolucionó el mundo y aceleró la expansión global de la sociedad de consumo, ya no es únicamente un medio de transporte, un envase, un envoltorio de bienes y mercancías. Es mucho más. De hecho, lo es casi todo. Sin los 33 metros cúbicos que caben en un contenedor de 20 pies, no hay comercio. Por ello, el mercado tiene puesto el cartel de “Se necesitan contenedores”. Ahí está hoy el negocio. ¿Mañana? Mañana veremos...