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Deja los botos con barro

  • Última actualización
    08 noviembre 2024 05:20

La dimensión de la tragedia que ha azotado de modo especialmente intenso a la provincia de Valencia se empezó a fraguar desde hace años, desde la primer decisión o dejación de funciones de nuestras autoridades. Permitir la salvaje deforestación, dejar construir en zonas inundables o no limpiar los barrancos y ríos ha contribuido a la tragedia. La suciedad de los caudales naturales del agua ocasionó que algunos de ellos a las 17 horas tuvieran un extraño medio caudal, cuando normalmente van secos o medio secos. Más extraño fue que al rato, según testigos directos, ese caudal volviera a estar con muy poca agua, para, finalmente, llenarse y desbordarse de golpe. Sin duda, la suciedad en los barrancos sirvió de tapón provisional del agua, multiplicando su potencia al romperse y arrojar toda el agua de golpe. Luego vino lo de la alerta roja y los avisos a la población. Pese a que la alerta se emitió a las 07 de la mañana, solo en determinados pueblos se cerraron colegios y se avisó a la población, aunque fuera doblando las campanas. No hacía falta más tecnología, sino voluntad de avisar.

Después tendrán las empresas logísticas todo el tiempo del mundo para llorar por los fallecidos. Después de dar servicio

Con todo esto, la tragedia no fue cuestión de no prever si no de no ver. Con coches flotando, gente con el agua al cuello en la televisión, a las 17, las 18, las 19 horas... y gente atrapada en las carreteras desde mucho antes, se dio el aviso pasadas las 20 horas. Luego vino lo de pedir ayuda tarde o mal, o lo de desperdiciar y entorpecer, a base de desorden y trabas, la inmensa fuerza de la población voluntaria. Y suma y sigue. El resultado son miles de millones de euros de daño añadido y, sobre todo, vidas humanas perdidas que se podían haber salvado. Ojalá se aprenda algo, alguno de los culpables pague y, sobre todo... no olvidemos cada uno de los pasos que tuvimos que dar, kilómetro a kilómetro para llegar a la zona dañada, cargados de cubos, escobas, agua... para vivir todo lo verdad y la mentira que nos estaban contando. Si se quiere se puede llevar agua al sediento. Andando, en dron, en paracaídas... si se quiere se puede actuar de inmediato. A pie, con las manos, con una escoba. Siempre que lo primero sea ayudar y no ver qué decisión resta o suma votos.

La tragedia de la DANA, de dimensiones nunca vistas, ha vuelto a poner de manifiesto, aunque se vuelva a olvidar pronto, la absoluta importancia del sector logístico. En cuanto la logística se pueda activar en toda la zona dañada, los problemas de los damnificados tendrán solución casi inmediata. Los almacenes están a tope de mercancía donada, de todo tipo, llegada de todas partes. Solo falta que la logística pueda hacer su trabajo. Después, el sector, sin duda uno de los más dañados, tendrá que ver cómo se recupera de los camiones perdidos, de las campas y las naves destrozadas. Después tendrán las empresas logísticas todo el tiempo del mundo para llorar por los compañeros y compañeras fallecidos. Después de dar servicio.

El Pali cantaba aquello de “Deja los botos con barro, no me los limpies siquiera...” Ojalá todos guardemos alguna prenda embarrada en algún rincón, para no olvidar nunca tanto barro, ni tanto fango añadido.

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