La primera vez no se olvida y menos cuando se trata de un bautismo de aire. Aeropuerto de Sondika (Bilbao), 1 de julio de 1983. Vuelo de British Airways a London Gatwick, apenas dos horas de trayecto pero bandeja de comida con cubiertos de metal y vaso de cristal en clase turista. Y pasillo arriba, pasillo abajo, el carrito del duty-free asomándose entre las filas de asientos, rebosante de tentaciones, no permitidas, unas; lejos de mi alcance, otras.
Entre todos los artículos, el más tentador era aquel cartón negro de tabaco rubio con tres iniciales doradas entrelazadas: John Player Special. Las mismas que lucían en sus carenados los Lotus 93T de Elio de Angelis y Nigel Mansell. “¡Duty Free, Duty Free!”, exclamaban las azafatas de British Airways mostrando aquellos cartones como reclamo. En un arrebato, me llevé la mano a la cartera y blandiendo un travellers check del Banco de Bilbao de 20 libras esterlinas le susurré a una de las azafatas: “Give me one, please!”, a lo que ella me respondió, inclinándose hacia mí: “How old are you, my dear?” “Duty free, Duty Free !”, siguió pregonando la muy legalista.
Ahora que volar en avión, al menos en los recorridos cortos y medios, se ha convertido en una experiencia tremendamente vulgar y carente de exquisiteces o confort extra en cabina, muchos viajeros vuelven su vista a los barcos en busca de sensaciones pérdidas, de la experiencia de navegar y disfrutar de la calma a bordo. La rapidez del avión no lo es todo y aunque es un medio imbatible en cuanto a tiempo de viaje, el barco ya comienza a ser competitivo en determinados trayectos, lo mismo que el tren de alta velocidad ha suprimido algunos enlaces aéreos.
Han pasado más de 30 años y los blancos acantilados de Dover siguen dando la bienvenida a los viajeros que llegan por mar a Gran Bretaña, pero el puerto de Calais ya no es el mismo
Pocos años después de hacerlo por primera vez en avión, regresé a Inglaterra, esta vez en un barco de P&O en la ruta Calais-Dover. Han pasado más de 30 años y los blancos acantilados de Dover siguen dando la bienvenida al viajero que llega por mar a Gran Bretaña, pero el puerto de Calais ya no es el mismo. Ni la popularización del avión, ni la construcción del Eurotunnel para coser con una cremallera ferroviaria isla y continente, han evitado que Calais haya ejecutado el programa de inversión portuaria más importante de la década en Europa con 863 millones de euros y seis años de trabajo que han inaugurado una nueva era en el mapa de las comunicaciones de personas y mercancías en Europa.
Con un tráfico portuario de mercancías que prácticamente se ha duplicado y un volumen de carga a través del Canal de la Mancha que se ha triplicado en los últimos 20 años, el nuevo Puerto de Calais ha sido posible gracias a la visión colectiva y la perseverancia de todas las partes interesadas durante las distintas etapas de su larga gestación.
Y con el Brexit, vuelve el Duty Free también a Calais. A lo grande. La empresa de transporte y logística danesa DFDS se ha adjudicado la licitación para operar una nueva tienda libre de impuestos de 1.000 metros cuadrados en el Puerto de Calais. Me queda saber si venden también cartones negros de John Player Special. Aunque yo no fumo, aunque Elio de Angelis falleciera en Paul Ricard en 1986, aunque Mansell es ya un señor jubilado y aunque la escudería Lotus, la original, desapareció en 1994. Pero es posible que el cartón de JPS del Duty Free de British Airways de 1983 este aún esperándome en el Duty Free del Puerto de Calais de 2021. Tendré que ir a comprobarlo...