El pasado viernes escribía en este mismo espacio que la reparación del daño de la DANA, por su alta complejidad, era una tarea que debería afrontar un logístico... o un militar. Carlos Mazón, president de la Generalitat Valenciana, parece que ha coincidido con mi criterio y ha puesto al frente de la reconstrucción a un teniente general, supongo que porque conoce a más militares que logísticos.
Con esto de que parece que me hagan caso, me vengo arriba y me animo a refrescar otra sugerencia.
Álvaro Rodríguez Dapena, presidente de Puertos del Estado, defiende, desde siempre, planes estratégicos incluidos, la especial importancia que la responsabilidad social corporativa tiene y tendrá para los puertos españoles. Un paso más en este apoyo a la responsabilidad social en el ámbito portuario ha sido la organización de la jornada llevada a cabo el pasado martes en Madrid sobre la dimensión social humanitaria en los puertos de interés general. La rotunda importancia de los puertos en el entramado social y económico ha de conllevar una responsabilidad a juego. El paso del tiempo va dejando claro que, en ese apartado, por mucho que se haya avanzado, nos seguimos quedando cortos.
Debería activarse la figura, en muchos o en todos los puertos, del comercial social: un profesional enfocado a las relaciones con el entorno social portuario
Además de los motivos meramente solidarios, éticos incluso, no podemos olvidar otras razones de creciente peso que nos han de llevar a dedicar más atención y recursos a la relación con el entorno de los puertos, el inmediato y el no tan inmediato. Poco a poco los altos gestores de cada puerto van entendiendo que la sociedad que le rodea... también le cerca. Entre las muchas necesidades ineludibles que tienen los puertos, destaca una entre las menos negociables: crecer. Ese aspecto, que en determinados puertos es absolutamente imprescindible para continuar dando el nivel de servicio que se le exige, depende, cada vez más, de la sociedad en la que se emplaza la instalación portuaria. Que los ciudadanos conozcan su puerto, lo que hace y puede hacer por ellos, no sólo en lo económico, sino también en aspectos tales como la solidaridad, el ocio, el deporte o la cultura, se hace necesario para, entre otras cosas, mitigar o eliminar los mensajes de los odiadores portuarios, esa especie tan de moda en nuestros días.
La memoria me llega hasta recordar que, hace no mucho, el presidente de una autoridad portuaria entraba en los sitios poco menos que bajo palio. Los puertos eran respetados. Ni les cuento la diferencia con la actualidad. El ecologismo más enfocado, las mentiras y sus voceros, los ofendiditos imaginarios... han creado un ambiente antiportuario en diversas sociedades que, además de ser profundamente estomagante, puede resultar determinante para que puedan salir adelante, o no, los proyectos de progreso de una instalación portuaria, sus ampliaciones, sus accesos, su crecimiento sostenible, al fin y al cabo.
Cada puerto debería agrupar todos los recursos que dedica a RSC, cuantificarlos y darse cuenta de que, en la mayoría de los casos, concretan una inversión en tiempo y dinero especialmente considerable. A partir de ahí, con ese presupuesto, se debe imponer lo que siempre se impone cuando se buscan los mejores resultados posibles: organización. Si el presupuesto resultante es suficiente, como ya he escrito en otras ocasiones, debería activarse la figura, en muchos o en todos los puertos, del comercial social: un profesional enfocado a las relaciones con el entorno social portuario. El futuro de los puertos, cada día lo tengo más claro, está en convencer a los navieros del otro lado del planeta, pero también en cautivar al vecino, al votante que habrá de influir en que puedan salir adelante, por ejemplo, las ampliaciones portuarias.