No recordaba su nombre. Pero sí su silueta, de un blanco ya sucio y moteado por las manchas de óxido, recortada en su casco por las aguas marronáceas del Nervión y en cubierta por el gris hormigón del muelle de Abando, en el corazón de Bilbao, y donde en una gran nave de estructura metálica, también grisácea, y de planta cuadrada, situada a su costado, se almacenaban los palés cargados de plátanos de Canarias que una grúa pico-pato iba descargando de su bódega, muy lentamente pero con admirable precisión.
Recostado sobre el petril del puente de Deusto, que por entonces abría sus dos hojas levadizas al paso de cada mercante, observaba la operación sin perder detalle, embelesado ante la coreografía que aquellos hombres y máquinas ejecutaban, aunque sólo fuera porque sabía que a la mañana siguiente mi madre podría comprar en el ultramarinos de nuestra calle una mano de aquellos plátanos con los que merendar toda la semana.
Muchos años después, cuando ya el puente de Deusto selló definitivamente sus hojas y los almacenes fueron derribados para crear una gran avenida, zonas verdes, viviendas y equipamientos como el Guggenheim o Zubiarte, supe que aquel barco que atracaba todas la semanas cargado de plátanos en el Muelle de Abando, frente a la Universidad de Deusto y al pie de la rampa que unía entonces el puerto con el Puente de Deusto, era de Líneas Pinillos. Seguramente fuera el “Darro”. O tal vez el “Segre”. O cualquiera de los dos. El caso es que con la construcción del puerto exterior a comienzos de los años 90, aquella y otras estampas portuarias dejaron de ser habituales en el centro de Bilbao hasta desaparecer completamente. Pero no de la memoria.
Es un thriller que se desarrolla en un carguero de la marina mercante suiza
Dicen que somos lo que recordamos. Los recuerdos no se pueden imponer o transplantar. Se viven o no se viven. Pero aunque así sea, sí se pueden mostrar. No cabe duda que los barcos y el mundo marítimo tienen un gran poder de fascinación que transita de la realidad a la ficción con sorprendente facilidad.
Por ello, con el recuerdo aún vivo del “Darro” y el “Segre”, que descargaban sus plátanos en el Muelle de Abando; del malogrado “Consulado de Bilbao”, sede de la Asociación Vizcaína de Capitanes de la Marina Mercante (AVCMM), hundido en el Muelle de Uribitarte en las inundaciones de agosto de 1983, y de tantos otros barcos, de todo tipo y porte, que formaron parte de la historia sentimental de la Villa de Bilbao, recibo ahora con ilusión infantil la noticia de que en próximas fechas se estrenará en televisión la serie de ficción “En agua salada” (“In salt water”), rodada en el Puerto de Bilbao durante tres semanas a bordo del buque “”Sider Luck” de la naviera italiana Nova Marine Carriers.
Se trata, según su productora, de “un thriller psicológico ambientado en el universo naval; una historia que se desarrolla en un carguero de la marina mercante suiza, donde la aparición de un cadáver provoca la llegada de una policía suiza y donde un miembro de la tripulación juega un papel relevante en la trama”.
“Después de 22 días de filmación en el Puerto de Bilbao, tanto con el barco atracado como saliendo a navegar, estamos muy satisfechos y admirados de la perfección con la que se ha desarrollado el rodaje y todo lo que ha tenido que ver con operaciones portuarias”, dice el productor José Luis Escolar.
Estoy deseando ver la serie, pero Sr. Escolar, de cara a la segunda temporada le ruego incluya un nuevo personaje y que quien esto firma interprete a un incómodo reportero de Diario del Puerto en busca del asesino. Aunque me cueste la vida. A mi personaje, se entiende.