“El dinero es cobarde y contagia sus temores. Es esfuerzo. Lo difícil que es ganarlo y lo sencillo que es perderlo”. Es el fragmento de la letra del spot publicitario de uno de los cinco mayores bancos de España que podía verse en televisión en tiempos del coronavirus. “Dicen que la materia prima de un banco es el dinero. Para nosotros es la confianza”, añadía el anuncio, que la entidad bancaria remataba con toda una declaración de intenciones en tiempos de tribulación como aquellos: “Lo importante es que nadie se quede por el camino”.
No, no voy a abrir aquí la espita de la demagogia ahora que los bancos españoles han hecho públicos unos resultados de récord que han constatado el efecto que está teniendo sobre sus ganancias la subida de tipos de interés. Los seis principales bancos terminaron el periodo entre enero y septiembre con un beneficio de 19.761 millones de euros, casi un 24% más que en mismos meses de 2022.
Quienes pagamos, mes a mes, una hipoteca podemos dar fe de que los bancos más expuestos a las variaciones de tipos del Banco Central Europeo (BCE) son ahora los más beneficiados y los que más ven crecer su beneficio en lo que va de año. A costa de nuestras cuotas. Podría pensarse incluso que todo lo malo es por culpa de los tipos de interés al 0%, que tantas satisfacciones nos dio a los consumidores en la falsa creencia de que ancha era la Banca y gratis el dinero.
No hay que descartar que otras grandes compañías pulsen también el botón del pánico acuciadas por las urgencias del recorte de costes ante la caída de los márgenes y de los beneficios
Venimos, ahora nos damos cuenta, de una época anómala, de años con los tipos al 0% e incluso en negativo, hasta que llegó el temido monstruo de la inflación y los tipos empezaron a escalar como principal medida para hacerle frente. Lejos queda aquel “Whatever it takes” pronunciado en 2012 por Mario Draghi, presidente entonces del BCE, cuando los nubarrones de tormenta se cernían sobre los mercados financieros.
La teoría económica dice que el capitalismo se desenvuelve necesariamente en oscilaciones cíclicas que alternan prosperidad, crisis, recesión y reactivación. El transporte marítimo y especialmente el de contenedores, como pilar esencial de la globalización, es un claro ejemplo de los vaivenes a los que numerosos factores de todo tipo someten a este mercado supuestamente libre, pero no exento de proteccionismo, y en el que la tensión entre oferta y demanda marca los precios.
El pasado viernes supimos que Maersk, que obtuvo unos beneficios de 15.796 millones de euros en el ejercicio 2021 y de 27.000 millones en 2022, ha visto reducidos sus beneficios hasta septiembre en un 82,4% y ha anunciado el despido de más de 10.000 trabajadores, lo que supone alrededor del 10% de su plantilla. Se trata de “aumentar la competitividad y la resiliencia a través de una operación más eficiente”, asegura la empresa.
No hay que descartar que, siguiendo esta misma lógica, otras líneas navieras anuncien medidas similares. Ni que, por un efecto contagio, las grandes transitarias pulsen también el botón del pánico acuciadas por las urgencias del recorte de costes ante la caída de los márgenes y de los beneficios.
“Es el mercado, amigo”. La célebre frase, pronunciada en 2018 por el exvicepresidente del Gobierno y expresidente de Bankia, Rodrigo Rato, en la comisión de investigación de la crisis bancaria en el Congreso de los Diputados, fue seguida por un no menos axiomático “las crisis cuestan mucho dinero”... puestos de trabajo, ilusiones y proyectos de vida, también. Por completar la frasecita.