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Es invierno en los muelles

  • Última actualización
    05 diciembre 2024 05:20

La ausencia de sonido en el espacio exterior debe ser algo comparable a la sensación que produce presenciar la aproximación a un muelle de un buque de casi 400 metros de eslora y 60 de manga. En realidad, creo que nuestro cerebro no está preparado para asimilar que un mastodonte de esas características sea capaz de desplazarse con el sigilo de un bailarín sobre la tarima del escenario.

La perfecta sincronización en la danza de un atraque no despierta más estridencias que el murmullo de la quilla desplazando el agua, las pequeñas olas artificiales rompiendo suavemente en el cantil o la caída a plomo en el agua de las pesadas amarras. Si por alguna de aquellas casualidades de la vida en la riba no hay grúas desplazándose ni maquinaria en movimiento, el espectáculo es de una belleza insuperable... por lo menos para los que estamos enganchados al shipping.

Afortunadamente, he tenido la oportunidad de vivir esa escena muchas veces a lo largo de mi vida y de forma recurrente regresa a mi memoria para recordarme que las percepciones de lo bueno y lo malo, lo grande y lo pequeño, lo grande y lo silencioso no son más que ilusiones maniqueas.

Observar y sentir el atraque de un buque de 24.000 TEUs es un espectáculo que todos deberíamos vivir, al menos, una vez en la vida. Si tienen fortuna y se completa el escenario en una noche de invierno, con una brisa que apunta maneras pero que no llega a helar la piel, y con un mar abrigado sobre el que titilan los reflejos de las luces como las estrellas en el firmamento, la experiencia se eleva a la categoría de grandiosa e invaluable.

Observar y sentir el atraque de un buque de 24.000 TEUs es un espectáculo que todos deberíamos vivir

Una noche de diciembre de hace ya algunos años asistí a un espectáculo de estas dimensiones el mismo día que se iniciaba el solsticio de invierno. Desde entonces la imagen de aquel atraque viene a mi cabeza cuando en las noticias se escucha eso de: “Hoy comienza el invierno”, a lo que yo siempre respondo mentalmente: “Ya es invierno en los muelles”.

Recuerdo haber comentado esta estampa con algún amigo estibador, especialmente sensible, que reconoció que uno de los grandes privilegios de su profesión era, precisamente, ser un espectador de excepción de esos momentos en los que confluyen las pasiones terrenales, profesionales y hasta las divinas. Qué gran suerte poder vivir algo así y qué frustración tan grande que no existan palabras suficientes para trasladar esos sentimientos. Porque se puede intentar expresar, pero qué complicado es hacerlo sentir.

Aunque el invierno astronómico no comenzará el 21 de diciembre, ayer mismo entramos en el invierno meteorológico, que es el que abarca los meses completos de diciembre, enero y febrero, la época más fría del año. Así que, aunque cogido por los pelos, para mí ya es invierno en los muelles y tengo la excusa perfecta para revivir emociones y para tratar de explicarles que ese veneno que se inyectó en mi cabeza aquella noche de diciembre me va a acompañar siempre.

Afrontamos la recta final del año con sentimientos encontrados. A la hora de hacer recuento de los últimos doce meses vamos a encontrar argumentos que van a desnivelar la balanza de forma contundente.

Nos queda pensar que nuestro sector se mueve como ese buque: sin prisa, sin pausa, ligero, pesado, firme, imparable, puntual, arrebatador y majestuoso. ¿Quién no quiere formar parte de algo así? Disfruten si pueden, que ya es invierno en los muelles.