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Es personal, no solo negocios

  • Última actualización
    11 abril 2025 05:20

En mi idolatrada “El Padrino” se pasan buena parte del metraje repitiendo aquello de que “no es personal, son negocios”, aunque estuvieran hablando del intento de asesinato del padre. Hay muchas enseñanzas en “El Padrino”, pero esto nunca me ha acabado de cuadrar.

Está claro que hay que tener un punto de frialdad en los negocios. Que hay momentos en los que no nos podemos poner tan estupendos como quisiéramos. Que el que más y el que menos ha tenido que tragar algún sapo a lo largo de su carrera. Una vez puntualizado esto, me niego a conceptuar la vida como “solo negocio”, por muy goloso que el negocio fuera o fuese. Con el tiempo, sobre todo con el tiempo, se refuerza la idea de que cimentar los pasos por la vida en cuestiones personales es especialmente justo, santo y sabio. Aunque nos cueste dejarnos algunos pelos en la gatera.

Álvaro ha sido, a mi entender, el mejor en su puesto

Llegados a este punto, me toca confesar que, tras casi 40 años informando cada día de este bendito sector y, por tanto, tratando con las mismas empresas y casi con la misma gente, he ido cimentando alguna fobia y, sobre todo, muchas filias. Muchísimas. Profundas y sólidas. Dicen que el periodista no debe establecer contacto demasiado personal con las fuentes. Puede ser, pero en un sector en el compartimos tantos lugares y momentos comunes, se hace especialmente difícil mantener las distancias. Ni puedo, ni quiero. Lo único que he pedido, desde siempre, a los directivos, empresarios o autoridades con las que trato es que fueran verdad y que siempre me trataran igual. Que un directivo te trate de una forma en un foro y de otra distinta en otra situación, en función de la galería, el público y todo eso, no lo he acabado de llevar bien nunca. He valorado de forma rotunda, siempre, el trato sincero y limpio. El poder entender lo que me están diciendo y saber, además, que es cierto. Eso es gloria bendita para una sensibilidad tan pronunciada y una mente tan limitada como la mía: la buena comunicación que emana la buena gente. Lo demás... ni falta que me importa.

Con el cese del gran Álvaro Rodríguez Dapena, hasta el pasado martes presidente de Puertos del Estado, nos ha reverdecido todo esto de una forma rotunda. Álvaro ha sido, a mi entender, el mejor en su puesto. Todo el sector logístico portuario nacional estaba cómodo con él, porque solventaba, porque se podía hablar con él, porque sabía lo que decía y sabía de lo que le hablabas. Como suelo decir... Álvaro era, es, sencillamente, “uno de los nuestros”.

Curiosamente, tras el sofoco inicial, hoy no estoy especialmente preocupado por él. Seguro que estará bien. Si mi muy apreciado ministro Óscar Puente considera a Álvaro poco político... pues mejor para todos que se hagan cambios. En este caso, y esto es algo especialmente raro, la salida del cargo no le va a significar a Álvaro Rodríguez Dapena pasar al frío ni al olvido. El sector tiene su vena cainita, a qué negarlo, pero también sabe valorar, cada vez más, la parte personal.

A la logística española Álvaro le ha hecho un gran servicio. Unir tanto conocimiento, tanto talento, tanta valía profesional, con una comunicación tan directa, verdadera, personal y cercana, se produce pocas veces.

Estoy seguro de que Álvaro, esté en el cargo que esté, seguirá cosechando lo que ha sembrado: el profundo respeto y cariño de todo un sector, por todo lo que ha aportado en el negocio y... en lo personal.

Sin duda, el sector le queda profundamente agradecido.