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Segismundo

Como habrá tiempo para hablar de Fuenteovejuna y como parece que el Rey no quiere aportar los hechos para, si es que fuera el caso, salir en defensa del despiadado Comendador, creo que hoy lo mejor es huir de Lope de Vega y, puestos a navegar por los clásicos, recalar en Calderón de la Barca y en La vida es sueño, pues todas las batallas tienen “madre” mientras que sólo los huérfanos sobreviven a las “guerras”.

  • Última actualización
    28 septiembre 2018 21:46

Recordarán que en esta obra Calderón situa a Segismundo encerrado durante largo años por su padre, el Rey Basilio, ante el temor de que se cumpliera la profecía que anunciaba que un día sería destronado por su propio hijo. No hace falta que les detalle en exceso la correlación de su oscuridad y su prisión con estos tiempos que nos tocó vivir.Pero he aquí que un día Basilio puso a prueba a Segismundo y lo sacó de su celda para darle la oportunidad de demostrar cuán equivocado estaba el destino. Se imaginan, ¿no? Ese despertar, ese ver la luz al final del túnel, esa nueva y esperanzadora realidad que se abre paso y que... de raíz volvió a cortar el Rey, convencido de que Segismundo acabaría con su trono, narcotizándolo y devolviéndolo a su prisión con la excusa de que lo vivido había sido “un sueño”.Pues bien, para mí, además del misil chino contra la P3 y cómo ha quedado en evidencia la pusilanimidad de USA y la UE, la gran noticia de la pasada semana fueron, sin duda, las palabras de Juan Antonio Quintana, CEO de Azkar, anunciando con “rotundidad” que “la crisis ha terminado”.Tengo la sensación de que esta afirmación ha sido acogida con un cierto complejo de Segismundo, pues algunos siguen convencidos de que este despertar es sólo un sueño y que en nada volveremos a la oscuridad, al tiempo que otros creen que el sueño fue lo vivido hasta la hecatombe de 2009 y que cualquier esbozo de amanecer será siempre en el escenario de esta triste realidad.Podríamos reducir el soliloquio a la monserga de los optimistas y los pesimistas, pero la cosa tiene mucha más enjundia porque aquí hay una realidad indiscutible y una serie de legítimos prismas.La realidad indiscutible es la que plantea el CEO de Azkar y que ante todo emana de la pura matemática, poco o nada interpretable cuando se agolpan tantos factores. No hablan los políticos, ni los empresarios, ni los consumidores. Hablan los números vinculados a la actividad, el PIB, las exportaciones, las importaciones, el consumo, los tráficos portuarios, los aeroportuarios, los ferroviarios, el transporte por carretera, los pedidos industriales: crecemos. Es lo que hay. Lo dicen los números.Ahora bien, hay prismas que insisten en que la pesadilla dura y lo hacen porque, o bien sufren una crisis particular enquistada por otros problemas que no se resuelven con un mero incremento de actividad, o bien porque se aferran al agitador de conciencias que es la crisis, en demanda de reformas estructurales en pos de la competitividad tan necesarias de cara al futuro como independientes de la coyuntura. Sin la crisis parece que uno pierde fuelle e incluso hasta la razón a la hora de exigir determinadas transformaciones.Todo es legítimo y comprensible, ahora bien, digo yo que no nos conviene esforzarnos en negar la realidad. Ya sabemos qué consecuencias tuvo el empeño en decir que no había crisis y que iba a ser un mal sueño. Ojo, pues, con la estrategia inversa y no reneguemos de nuestra esencia, que con tanto tino para el momento actual glosó Segismundo: “¿Qué es la vida? Un frenesí. / ¿Qué es la vida? Una ilusión, / una sombra, una ficción / que el mayor bien es pequeño / que toda la vida es sueño, / y los sueños, sueños son”.