Antes de explicar el por qué de esta asociación de ideas, les voy a dejar aquí el estribillo de la canción -"Whisky sin soda"- para que no se pierdan en mi, no les diré que quizás algo chocante, cruce de pensamientos:¿Qué voy a hacerle yo,si me gusta el whisky sin soda,el sexo sin boda,las penas con pan?¿Qué voy a hacerle yo,si el amor me gusta sin celos,la muerte sin duelo,Eva con Adán?Y claro, opino como Sabina porque ¿a quién no le gusta que le toque siempre con la parte positiva de las cosas eliminando la negativa? ¿O quien no apostaría por asumir riesgos para ganar, pero eliminando de salida las posibilidades de perder? Yo también soy de las del whisky sin soda, el sexo sin boda y las penas con pan. Y seguro que todos ustedes -o el 99,99%- comparten la opinión.Mientras escuchaba esta canción, como les digo, recordé algunos comentarios que surgieron durante las conferencias del Foro que, tengo que decirlo, generó debates interesantes entre ponentes y público. Me pareció relevante el intercambio de pareceres entre agentes de aduanas y administración alrededor de un problema al que yo, sinceramente, veo difícil solución.Por un lado, Aduanas -es decir, la administración- asegura que ellos están ahí para colaborar con la agilización del comercio internacional, no para poner trabas. Y estoy segura de que están convencidos de ello y de que ponen de su parte para que esto sea así. Y claro, eso sería lo deseable, lo que debería ser. Pero los agentes de aduanas tienden a torcer el morro y a dibujar alguna que otra sonrisa irónica en su rostro cuando oyen ese comentario porque ¿quienes más que ellos sufren los problemas que se derivan de inspecciones, papeleo, puntos de vista distintos entre aduanas o, por qué no, el mal día de un funcionario?En esa línea, la Administración subraya que intenta flexibilizar al máximo los procedimientos -todo lo que se puede flexibilizar algo que está sumamente reglamentado- para entorpecer lo menos posible. Y aquí llega otro de los problemas: los representantes aduaneros se quejan del diferente trato que tienen las mismas cuestiones en las diferentes aduanas españolas: que si Barcelona te deja hacer esto y Baleares no, que si en Valencia te ponen trabas para algo que en Bilbao permiten, y así sucesivamente. Y claro, si hay flexibilidad cada funcionario puede hacer de más o de menos. Así que, al final, si hay rigidez el problema es que no se es flexible y si hay flexibilidad el problema es que no todo es igual en todos sitios.Y como guinda del pastel, resulta que del no todo es igual en todos sitios es de lo que nos quejamos cuando el problema se extrapola al ámbito europeo, lamentándonos de la flexibilidad de las aduanas del norte de Europa frente a las del sur.Total, que a mi me parece que estamos en un círculo vicioso difícil de romper.¿Lo podrá hacer el Código Aduanero de la Unión o seguiremos siempre en este tira y afloja entre el lado público y el privado?¡Ah! Y que conste que yo soy de las que opino que la Administración está para servir al ciudadano. Y no al revés.