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Esas gaviotas de mirada turbia, esas gaviotas caballos de Troya

  • Última actualización
    15 enero 2025 05:20

Nada le gusta más a una gaviota que anclar sus patas sobre un contenedor y asistir paciente al devenir del mundo.

Si no, poca explicación tiene esa imagen bien conocida de las gaviotas sobrevolando al atardecer Madrid-Abroñigal para terminar reposando sus plumas en los metales amarillos del tren de Yiwu, ahogados sus chillidos por la marabunta neumática de la M-30.

Los hay que pensarán que es el milagro de la biodiversidad y el contagio del cercano y renaturalizado Manzanares. Los hay, por su parte, en cambio, que opinarán que nos son más que las bandadas procaces del vertedero de Rivas-Vaciamadrid que todo lo invaden, encantadas de revolcarse en la también próxima depuradora de La China.

Más allá de los sostenibles y los insostenibles, de los optimistas y de los pesimistas, de los idílicos y de los realistas, incluso de los crédulos y los conspiranóicos, los hay que piensan que, al final, las gaviotas de Abroñigal no son más que la constatación de su inquebrantable fe cromosómica, desde el olfato de todo lo que se cuece en cada contenedor y en la desesperada espera, hasta lograr que de una vez por todas alguno reviente y lanzarse en pago de todos los mañanas desperdiciados para hartarse hasta reventar con los despojos.

Es curioso que las gaviotas dibujen siempre ese perfil de mares ecológicos, esos amaneceres verdes de grúas portuarias perfiladas y paz infinita, esas estampas bucólicas de brisa marina limpia y reconciliación con la naturaleza. Sí, las gaviotas, siempre de mirada turbia, siempre de pico corvo, siempre de sonrisa aviesa y siempre de carcajada histérica, sin escrúpulos, sin complejos y sin miedo, auténticas caballos de Troya.

Europa ha decidido lanzar a la ruleta nuestros tráficos

Qué mejor imagen, por tanto, la de la portada de ayer de Diario del Puerto para seguir insistiendo en el debate del ETS: esa gaviota dulce, impoluta, bienintencionada y verde que nos ha colocado la Comisión Europea en nuestros puertos y que en lo alto de los contenedores camina torpona y desorientada, en saltos inocentes y desubicados, inofensiva, casi como si fuera tonta, eso sí, en su pretendida actuación para contagiarnos de sopor, idiotismo y alienación.

Porque a esa gaviota lerda en los andares y bufona en las revueltas, a esa gaviota inútil e incalificable porque el mundo es tan complejo y su presencia es tan insignificante, a esa gaviota, por dentro, nunca dejará de hervirle la sangre, nunca encuentra saciada el hambre, nunca va a hacer prisioneros, nunca duerme ni se rinde. Y mientras Europa nos droga con su brocha gorda, ellas planean certeras y nos roban. Y nos van a robar un día sí y otro también la merienda.

La correlación del ETS y la rebaja de las tasas portuarias, puesta ayer de manifiesto en estas páginas, es solo una manera gráfica de colocar sobre el tapete lo que suponen de impacto 142 millones anuales de pago de derechos de emisión por ETS, directos a la línea de flotación de las navieras y, sobre todo, de nuestra industria portuaria, pues más allá de dinamitar cualquier medida de mejora de la competitividad, lo que está en riesgo son los más de mil millones de euros de ingresos de nuestros puertos, pues Europa ha decidido lanzar a la ruleta nuestros tráficos que, mientras logramos flotas más sostenibles y bla bla bla, terminarán refugiándose en los paraísos medioambientales para tener muy difícil regresar, por mucho que la UE y las propias navieras insistan en que aquí no está pasando nada.

Al fin y al cabo, cómo no, a nuestra querida Comisión la gaviota les sale en la foto preciosa.

Por cierto, aguardo con interés el traslado de Madrid-Abroñigal a Vicálvaro. Veremos si en el proceso también se mudan las gaviotas.