Es, sin duda, ironía del destino que esta columna de hoy sobre la estiba comparta espacio con el sentido homenaje de Joaquim Coello, presidente de Asoport, al que fuera su predecesor en la asociación y presidente de Grupo Ership, Gonzalo Alvargonzález.
Ante todo porque Alvargonzález fue con mucho a lo largo de los últimos 20 años quien más se significó en contra del estatus que reinaba en el sector de la estiba en España y quien más discreción pública a su vez buscó al respecto para, por estos motivos, evitar acciones dirigidas contra su empresa, de las que no siempre escapó.
Es de sobra conocido que las posiciones de Gonzalo Alvargonzález y el sindicato mayoritario de estiba fueron siempre de gran tensión y confrontación, desde Ership y desde Asoport, y el empresario siempre estuvo en el imaginario sindical -sobre todo desde 2017- como la encarnación de todos aquellos postulados que más rechazo generaban entre los estibadores portuarios.
No creo que Alvargonzález llegara a poder tener noticia el viernes del acuerdo alcanzado por la estiba en Estados Unidos y, en cualquier caso, no puedo dejar de pensar en cómo hubiera arqueado las cejas nada más conocer los detalles del mismo.
Ciertamente, el acuerdo de USA, bendecido y exigido por el presidente Joe Biden, responde a contextos jurídicos, sociales y económicos muy distintos a los de España. En cualquier caso, invita a una más que interesante reflexión.
Sobre todo porque el sindicato ILA reclamaba una subida salarial de ni más ni menos que del 77%, lo cual puede parecer una barbaridad desde la óptica ibérica, pero no debe ser ninguna locura cuando Biden exigió a la patronal una negociación en ese nivel y la patronal en cuatro días acabó cediendo y cerrando un acuerdo por el +62%, sin olvidar que su primera oferta era un +50%, igualmente de locos a nuestros ojos.
Lo complejo es afrontar la automatización
Han sido muy comentadas en Estados Unidos las fotos con dron publicadas en el New York Post en las que aparece con todo lujo de detalles la mansión de Harold Daggett, líder de la ILA, levantada sobre una parcela de 7.200 metros cuadrados y en las que aparece aparcado, frente a un total de cinco garajes, un lustroso y nada modesto Bentley. Ahora bien, ¿qué trabajador va a criticar a un líder sindical que, tenga lo que tenga, es capaz de lograrte una subida salarial del 62%? “Merecido Bentley”, dirán.
¿Y merecida subida salarial? Joe Biden respondió a este pregunta con un rotundo “sí”, recordando el trabajo de los estibadores durante la pandemia, sin poder abstraernos de su mayor o menor electoralismo.
En España, no lo olvidemos, durante la reforma de 2017, el tema salarial sólo sirvió de tinta de calamar y, puesto que la raíz del problema era la liberalización, nos hartamos del siempre correctísimo “yo no soy quién para juzgar qué tiene que cobrar cada cual” y bla bla bla.
Al respecto, me limito a recordar el argumento sindical de aquella época: “No es que cobremos mucho, es que hemos sabido/podido defender nuestros derechos, a diferencia de otras partes del mundo”. Está claro que Estados Unidos, pese a la tradición, las mafias, las películas y las leyendas, era una de esas partes, a tenor de tan cuantiosa subida.
Ahora bien, ya lo siento, pero la solución que se ha dado en USA es la más sencilla posible a la parte más simple del problema. Lo complejo es afrontar el tema de la automatización, directamente aplazado. Y ese sí es el mismo problema aquí que allí; y ese sí es el mismo contexto aquí que allí;, y ese sí que nos lleva de cabeza aquí y allí a la más pura melancolía, pues ninguna sociedad ha sido capaz de ponerle freno al progreso, ni siquiera aunque no haya acuerdo en torno a lo que es progresar.
Querido Gonzalo, nos quedan aún muchas cejas por arquear.