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Éxitos y fracasos

  • Última actualización
    02 enero 2025 05:20

Con un riesgo más que evidente de que esta columna no sea leída hoy más que por el gato y el Tato, afrontamos la tarea de dar por iniciado un año natural en el ámbito profesional, aunque por lo menos lo hacemos en jueves... que cambia un poco la cosa.

Me gustaría que 2025 fuera el año del sentido común. Resulta curiosa esa expresión porque en alguna ocasión, cuando se apela a ella, surge algún amante de eludir responsabilidades y de hablar siempre en segunda persona que exige más concreción.

No seré yo quien trate de hacer la vida más fácil a estas personas que por lo general pretenden ser siempre inocentes ante cualquier juicio anteponiendo la literalidad de lo acordado a cualquier acción que suponga salir de la rutina establecida. No es posible vivir con esas estrecheces mentales que acaban por constreñir la personalidad y configurando seres asociales, egoístas y funcionalmente antipáticos. Vuelvo que me pierdo.

Vamos a desterrar el miedo al qué dirán

Quisiera que este año que ahora empezamos sea el del despertar de las cabezas que nos dirigen, el de la llegada a la realidad de esas mentes que sobrevuelan el bien y el mal y toman decisiones pensando más en mantener el cargo que en hacer lo que tienen que hacer, que no es otra cosa que servir a sus respectivas comunidades.

El mal sueño del ETS marítimo o el Sistema Europeo de Comercio de Emisiones no es otra cosa que un claro ejemplo del mal uso del sentido común. Nadie en su sano juicio entiende muy bien su aplicación. Si nos ceñimos a la literalidad no nos queda otra que apechugar y otorgar de esta forma una clara ventaja a nuestros competidores; si decidiéramos utilizar el sentido común... otro gallo cantaría.

La lamentable dejadez ante la inexistencia de determinadas infraestructuras que afectan a su vez a infraestructuras productivas de primer nivel o claves para el desarrollo económico y social es, asimismo, insoportable.

En cada país, en cada comunidad autónoma, en cada provincia, en cada ciudad, en cada municipio, en cada pedanía hay un elemento discordante que acaba por desesperar a cualquiera. En el caso de las carencias o ausencias, las personas acaban por considerar que se trata de algo normal y difícilmente conseguible; si hablamos de presencias endémicas que deberían desaparecer, acabamos por desistir ante la imposibilidad de que se tome una decisión que apueste por el sentido común.

Como firme propósito para 2025 me he comprometido a no dejar pasar de recordar ausencias imperdonables y presencias lamentables. Me explico: una ausencia imperdonable sería la falta de un acceso adecuado a cualquier infraestructura básica y una presencia lamentable podría ser un cuello de botella en otra infraestructura de las mismas características.

Vamos a desterrar el miedo al qué dirán y al conformarnos con la limosna no sea cosa que todavía nos quedemos sin nada. Es hora de levantar la cabeza y comenzar a exigir a quienes deciden que lo hagan pensando en todos, no en unos pocos; que tomen decisiones pensando en personas y no los cargos que tienen.

Que el sentido común se instale en las personas, pese a lo que puedan decir los egoístas y los egocéntricos que solo pretenden salvar su trasero, será una buena noticia para este año que ahora empezamos.

Desde esta privilegiada atalaya desde la que todo se ve, les deseo de corazón que tenga un buen año y que podamos compartir muchos éxitos profesionales y, por encima de todo, personales.