Si Winston Churchill afirmaba que “un optimista ve la oportunidad en cada dificultad”, aquellos que tenemos la suerte de dedicarnos a la gerencia de riesgos sin duda formamos una suerte de aldea irreductible de positivismo.
Hechos como la pandemia, el encallamiento del “Ever Given”, las diversas crisis vividas en los últimos años (cadena de suministro, materias primas, fuentes de energía, microchips / semiconductores etc.), o las recientes tensiones geopolíticas en diversos puntos del planeta han puesto de manifiesto la necesidad de adaptarnos rápidamente a este mundo cambiante, también en materia de gerencia de riesgos, todo ello en un entorno de elevadísima competitividad en el que cualquier incidente puede poner en jaque a la más sólida de las organizaciones.
En este contexto, nuestros puertos y terminales no han sido ajenos a esta situación si no que, al contrario, recientemente hemos vivido eventos que han sacudido a este segmento de actividad tan relevante para la economía.
El colapso del puente “Francis Scott Key” en Baltimore en marzo, supuso el corte del acceso a gran parte del puerto, lo que provocó la suspensión del tráfico de embarcaciones y la interrupción de una ruta comercial clave, tensionando la cadena de suministro global.
Según información publicada por el Departamento de Transportes de los Estados Unidos, el Puerto de Baltimore representa el 13% del PIB de Maryland y es el mayor hub import/export de vehículos de Estados Unidos (con 847.158 vehículos movidos en 2023, según Argus Media), además de ser uno de los principales players en carga seca y contenedores, lo que nos da una idea de la importancia de este enclave portuario a nivel mundial y cómo un incidente de este tipo puede impactar en la actividad de puertos y terminales. No en vano, transcurrieron 78 días hasta que la actividad se restableció completamente.
Resulta cada día más necesario contar con un asesoramiento experto
Si nos trasladamos geográficamente, la crisis del Mar Rojo y el Golfo de Adén, tras los ataques sufridos por diversos cargueros en la región, conllevó la suspensión temporal de gran parte del negocio de ese estratégico enclave del comercio mundial, así como una reducción en sus tráficos -que aún se mantiene-, con el consiguiente desvío por Buena Esperanza (ruta 14 días más larga) y un impacto nefasto no solo en Egipto, sino también en otros puertos clave del Mediterráneo. A modo de ejemplo, según diversas fuentes consultadas, el Puerto de Pireo redujo en un 12,9% el tráfico de contenedores en el primer semestre de 2024.
Por todo lo anterior, y otros muchos potenciales incidentes que pudieran acontecer, resulta cada día más necesario contar con un asesoramiento experto que permita avanzarse, dimensionar y cuantificar el impacto de este tipo de siniestros en puertos y terminales, así como su posible trasferencia al mercado asegurador mediante la contratación de novedosas soluciones aseguradoras, traspasando las consecuencias de estos accidentes (incluyendo las de los fenómenos naturales) que supongan un daño físico que conlleve el bloqueo de muelles, de canales de acceso o de aguas adyacentes al puerto e impidan su explotación comercial, incluyendo también otros eventos o circunstancias fuera del control del asegurado tales como riesgos políticos, riesgos físicos, guerra, huelgas y otros peligros marítimos.
En definitiva, la oportunidad de los optimistas, a la que aludíamos al inicio, supone crear soluciones que mejoren la resiliencia de puertos y terminales, ayudando a salvaguardar su operativa protegiendo la pérdida de beneficios -durante el período de pérdida y/o el incremento de costes y gastos razonablemente incurridos durante el período de pérdida- para minimizar las consecuencias de este tipo de incidentes.