Las páginas de este Diario han recogido en numerosas ocasiones la problemática que tiene la carretera con la falta de relevo generacional y, sobre todo, la cada vez más acuciante ausencia de profesionales que quieran dedicarse a eso de llevar mercancías de un punto “A” a un punto “B” en un camión. Antes de 2008, había tal cantidad de trabajo que los problemas estructurales que arrastraba el sector se orillaron. Pero la crisis dio al traste con eso que los economistas llaman la “curva inelástica” en la demanda de ciertos productos y servicios, aquellos en los que pase lo que pase y se comporte como se comporte el mercado, su demanda no varía. Y con la brusca caída de esa demanda, volvieron a emerger esos problemas.
No vamos a volver a enumerarlos todos. Ustedes, que son inteligentes y tienen memoria, se los saben de carrerilla. El sector es lo suficientemente capaz para ir haciendo frente a la inmensa mayoría de ellos. Su capacidad de adaptación y resiliencia son la base para que una actividad tantas veces denostada por algunos siga siendo lo que es: pilar y garantía de que la economía siga funcionando. ¿Qué surge una nueva normativa? La carretera la sigue a rajatabla. ¿Qué se empieza a hablar de nuevos combustibles? La carretera adapta sus flotas para lograr una reducción de su impacto en el entorno, financiando en gran medida de su propio bolsillo el coste adicional que eso conlleva. ¿Qué hay que hacer frente a nuevas crisis, aunque la anterior todavía no se haya cerrado? Las empresas diversifican sus servicios, ampliando su actividad a otras actividades logísticas de alto valor añadido. La carretera nunca se queda quieta.
No son pocos los empresarios del sector que se han percatado del problema que supone no encontrar relevo para aquellos conductores que dejan la profesión
Pero ¿cómo se adapta una empresa a la falta de conductores? A corto y medio plazo, pensar en la conducción autónoma es una quimera. Y a largo plazo, en mi opinión también. ¿Serán las máquinas capaces de responder a imprevistos como lo haría un ser humano? Está por ver. Paradójicamente, las pruebas de conducción autónoma incluyen un conductor en cabina. Por tanto, volvamos al principio del razonamiento: ¿cómo se adapta una empresa a la falta de conductores? Pues haciendo más atractiva la profesión. ¿Y cómo se hace eso? Desde luego, poner barreras de acceso con un arduo proceso formativo que exige un notable desembolso económico que casi ninguno de los que aspira a subirse a un camión puede afrontar, no parece ser el mejor punto de partida.
No son pocos los empresarios del sector que se han percatado del problema que supone no encontrar relevo para aquellos conductores que dejan la profesión. Me consta que son muchos los que se mueven para cuidar y fidelizar a sus plantillas de transportistas, y no sólo con sueldos más altos. Sin embargo, una nómina más grande ya no es suficiente. Un o una joven que quiera ganarse la vida en un camión no mira tanto su sueldo-que también- sino si dormirá en casa el fin de semana, o si podrá recoger a sus hijos del colegio, o si podrá acompañar a algún familiar al médico. Un importante empresario me reconocía hace algún tiempo que para que el sector tenga futuro, las empresas deberán hacer un esfuerzo para adaptarse a esta nueva situación. A partir de ahora, la comunicación entre empresa y empleado va a ser fundamental y, sobre todo, compartir la mayor información posible entre ambas partes para poder establecer planes de trabajo que permitan satisfacer las necesidades de la primera y otorguen una mayor calidad de vida a los segundos. No sólo es posible alcanzar este objetivo, sino que es necesario.