Arribo a esta orilla semanal, tras unos cuantos e intensos paseos esta semana por los bancales orgiásticos de la Fruit Attraction, un despliegue colosal de protuberantes e hinchados frutos en sus colores más vívidos, en sus formas más intensas, en sus tamaños más proporcionalmente desproporcionados, en su explosión obscena y casi delictiva porque, seas omnívoro o vegano, es absolutamente irreprimible transformarse en hortofruticolano y asaltar con desesperada violencia todos y cada uno de los expositores y arramblar a dentellada limpia con pimientos, tomates, plátanos, uvas, aguacates, manzanas, lechugas, kiwis, papayas,chirimoyas y todos los frutos que ustedes puedan imaginar, allí, a la vista, gritando digo yo que “cómprame”, por aquello de ser una feria, aunque este suricata el único grito que escuchaba era el de “cómeme”.
Qué tierno me pareció el mismo jueves cuando bordeé la trasera del stand de un conocido operador logístico y descubrí en la sombra del almacén a un furtivo cortador de jamón preparando platos exclusivos. Si se trata de vender, al final hay que sacar siempre la artillería pesada.