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Ignorantes desagradecidos

  • Última actualización
    04 julio 2024 05:20

En todos los sectores en general, también en el nuestro, podemos encontrar personajes singulares que, sin saber muy bien por qué, se han apoltronado en puestos de dirección y no hay forma humana de sacarlos de ahí, ni con agua caliente, vaya.

Lo peor ya no es que ostenten una responsabilidad inmerecida (y que deberían tener otros con muchos más méritos), sino que además llegan a pensar que están donde están porque ellos lo valen, porque son un prodigio de gestión o porque simplemente son mejores que el resto del mundo.

Hay de todo, pero lo habitual en estas personas es haber crecido profesionalmente a la sombra de alguien, siempre en un segundo o tercer plano, atribuyéndose como propios los éxitos de los demás. Suele pasar que cuando alcanzan un determinado estatus se olvidan de todo, incluso de aquel que le tapó sus carencias y le enseñó todo lo que sabe, para pasar a mostrase en toda su dimensión, normalmente pueril, pero esta vez sin red y sin filtros.

Estos ignorantes desagradecidos piensan que se mantienen en su empresa porque son imprescindibles, cuando la realidad es que muchas veces las empresas no pueden asumir un despido, o los buenos resultados (derivados de la gestión de la inercia, del posicionamiento del grupo y del buen hacer del equipo), inhabilitan a la cúpula (que vive a miles de kilómetros) a tomar decisiones sensatas y lógicas.

Estos ignorantes desagradecidos piensan que se mantienen en su empresa porque son imprescindibles

No hablo de nadie en concreto (lamento el spoiler a mitad de columna), pero me gusta poner este ejemplo para hablar de esas ciudades desagradecidas e ignorantes que de forma permanente reniegan de su propia identidad.

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿La ciudad o su puerto? No hace falta ser doctor en historia para saber que los primeros desarrollos urbanos modernos en las zonas costeras se generan en paralelo a la evolución del comercio marítimo. La humanidad en su conjunto necesita estar conectada para generar un intercambio provechoso de mercancías, culturas y personas.

Cuando escucho las palabras grandilocuentes de quienes sistemáticamente quieren acabar con los puertos de sus ciudades no me queda otra que pensar que estamos frente a personajes egoístas, ignorantes desagradecidos, que se olvidan de quiénes son, de por qué viven en una ciudad como la que viven y de cuál es su historia.

No lo olvidemos nunca: los puertos generan riqueza y prosperidad (este mantra lo marcaría como obligatorio en todas las escuelas). Con las debidas restricciones e incluso apretando más de lo que la ley exija, los recintos portuarios son absolutamente necesarios para el desarrollo de las sociedades. Más todavía si tenemos en cuenta que se trata de infraestructuras en las que operan los medios de transporte más sostenibles (tonelada/km). Porque también hablamos de eso, ¿verdad?

Y un pensamiento de última hora. ¿Se han dado cuenta de que los puertos son tan generosos que incluso dan de comer a quienes se dedican a machacarlos? ¿Qué pasaría si acabamos directamente con los puertos? ¿En concepto de qué iban a pagar a los ignorantes desagradecidos?

Bueno, todos tranquilos, julio aprieta más de la cuenta, pero nada que nos vaya a tumbar porque la doble velocidad que nos impone el sistema vacacional de nuestro país hace que las cosas se vean diferentes.

Que pasen una buena semana. Si pueden.