Pues resulta que son, todos ellos, buques que han sufrido algún tipo de desgraciado accidente, en algún caso con pérdidas humanas incluidas, en los escasos días que llevamos del año 2019. En el último cado, el del “Namse Bangzod”, ni siquiera se sabe si ha sufrido o no algún percance aunque se le supone porque, en el momento de escribir este artículo, el barco estaba, simplemente, desaparecido. O al menos así lo habían declarado las autoridades marítimas indonesias, que el 7 de enero daban el buque por perdido tras no saberse nada del mismo desde el día 28 de diciembre. A bordo de este barco, cargado con aceite de palma, viajaban 11 tripulantes en el momento de su desaparición, cuando surcaba las aguas del mar de Java, y, lógicamente, tampoco había noticias de ellos hasta el pasado viernes.
Que, como mínimo, una veintena de buques mercantes hayan sufrido percances serios en unos escasos diez días es una estadística que debería, cuanto menos, hacernos reflexionar al respecto.
En un mundo como el actual, con los adelantos mecánicos y tecnológicos existentes, deberíamos analizar con detenimiento qué es lo que está fallando cuando se produce tal número de accidentes en el sector marítimo –y en esta lista únicamente aparecen los buques que han sufrido percances serios durante la navegación, no recoge aquellos otros accidentes que se hayan podido producir en otras situaciones, como por ejemplo durante las labores de carga y descarga–. Es curioso cómo la mayoría de los accidentes que sufren los buques mercantes pasan absolutamente desapercibidos para el común de los mortales. Incluso también para muchos de los profesionales que tienen relación diaria con el mundo marítimo.
Seguramente, parte de esta poca atención que se presta a los barcos por parte del ciudadano medio se debe a una endémica falta de interés de muchas de las compañías del sector por el ámbito de la comunicación. Pocas creen en la importancia que tiene contar con una estrategia comunicativa que no solo sirva para comunicar al mundo las excelencias de la empresa, que también, sino para tener planificada la gestión y el control informativo –que no el mutismo– de las situaciones menos agradables por las que, más pronto o más tarde, cualquier empresa puede pasar. Es un sector al que le gusta hacer poco ruido.
Pero volviendo al tema que nos ocupaba al principio del artículo, me pregunto si no sería necesario reforzar a nivel internacional la legislación relativa a la seguridad en los buques con el fin de minimizar al máximo los riesgos a los que se enfrentan esos hombres y mujeres cuyas vidas discurren, en buena parte, a bordo de unos barcos que deben enfrentarse a menudo a situaciones de alto riesgo.