Y la verdad es que empezaba a sentirme ya un poco frustrada hasta que la semana pasada, hablando con dos expertos en tecnologías, me tranquilizaron diciendo que a ellos les pasa algo parecido.
Seguramente, el miedo que solemos tener a las nuevas tecnologías –y más aún nuestra resistencia a los cambios– nos haga más difícil entender rápidamente en qué consisten éstas cuando surgen. De hecho, en un conferencia en la que participé recientemente, un experto en blockchain daba una receta para mejorar nuestra comprensión que venía a decir más o menos esto: pierdan el miedo, no vean los sistemas blockchain como algo complejo –que lo son–, nadie les va a pedir que creen uno, solo tienen que beneficiarse de ellos. Si se pierde ese miedo a lo desconocido, las cosas se entienden mejor. Y creo que ese experto tiene toda la razón.
También se decía en esa conferencia que cuando una tecnología triunfa o no en una empresa, prácticamente el 100% de las veces no se debe a si esta tecnología es buena o mala, sino a la aceptación de la misma por parte de los empleados –además del acierto que se haya tenido al elegir la tecnología adecuada para cubrir las necesidades existentes, obviamente–. Y es bien cierto. Los cambios en las empresas, todos, triunfan si el personal se los cree, si los admite, si los aplica.
Todo esto nos lleva a pensar que las cadenas logísticas actuales, que están viviendo un inevitable e imparable proceso de digitalización, pueden mejorarse, y mucho, con las tecnologías disponibles en la actualidad. Ni siquiera necesitaríamos el blockchain, el 5G o el internet de las cosas (IoT). Podemos aplicar muchas soluciones para eliminar errores, reducir incidencias, agilizar los procesos y mejorar el flujo de información. Pero todas ellas pasan por un concepto: transparencia.
Sí, señores, es hora de que en la logística haya una transparencia real.
Parémonos a pensar un momento cuántas veces se le ha dicho a un cliente que el barco no había atracado aún –cuando sí lo había hecho–, que la Aduana había retrasado el contenedor –cuando no era cierto–, o que el transportistas no había llegado a la hora convenida. Se reía el público en la conferencia de que les hablo cuando uno de los ponentes hacía mención a ello. Y se reía porque es cierto. Son situaciones –estas o similares- que ocurren en el día a día. Y antes sucedían más. Lo que pasa es que ahora es fácil que el cliente nos pille en un renuncio. La tecnología ha hecho más transparente la información. Aunque a veces aún nos empeñamos en seguir ocultándola.
Y esto es uno de los principales problemas de la cadena logística actual. Me impactó una afirmación que hizo Ignasi Sayol, presidente de PIMEC Logística, en su intervención: “Nuestra cadena se basa en la no confianza”. Y con esta desconfianza es muy difícil que la cadena sea fluida. Por ello, como subrayó Paco Fernández, director de transporte global de Mango, hay que mejorar el intercambio de información entre todos los eslabones y ser transparentes, trabajar también con la competencia para sacar beneficios conjuntos. En el escenario actual no queda otra.