Los puertos españoles, todos, analizan -y mucho- cómo pueden reducir el impacto de la actividad portuaria buscando la eficiencia y sostenibilidad de las operativas. Así, han puesto en marcha proyectos para mitigar los efectos nocivos de la actividad potenciando el uso de las energías renovables dentro de la autoridad portuaria, el puerto y su comunidad portuaria, porque la cadena logística debe estar concienciada para lograr los ambiciosos objetivos de emisiones cero.
Ideas como la sustitución del uso de los combustibles tradicionales por las energías verdes, el impulso de la intermodalidad, la generación de energías limpias (con la instalación de paneles fotovoltaicos o eólicos en los recintos portuarios) o la economía circular se han convertido en el día a día en los entornos portuarios que buscan su sostenibilidad financiera (sí pero también), medioambiental, económica y social.
En todos los casos, tanto en el mar como en el cielo, para poder a llegar al objetivo de reducir nuestra contaminación, será determinante el uso de la digitalización y la innovación aplicada
Además, los puertos no son los únicos que están transitando el camino de minimizar las emisiones de gases de efecto invernadero sin limitar el crecimiento y desarrollo económico. El sector aéreo está impulsando activamente su descarbonización, en colaboración con todos los participantes en la cadena de valor. En línea con los objetivos de la Unión Europea, gestores aeroportuarios, fabricantes de aviones, proveedores de combustibles, compañías aéreas, entidades científicas y organismos regulatorios llevan más de 10 años trabajando para alcanzar las emisiones netas en 2050.
¿Problema? que, a pesar de contar con alternativas como los biocombustibles, los combustibles a base de hidrógeno, los sintéticos, la energía solar o los aviones eléctricos, el nivel de desarrollo tecnológico es muy bajo. La opción más interesante sería el Sustainable Aviation Fuel (SAF), porque permite reducir hasta un 75%-85% la huella de carbono respecto al queroseno convencional, pero su utilización en la aviación está muy poco extendida.
Quizás su coste y la falta de estandarización -que lastra poder escalar la producción- limitan su uso. Es lo de siempre... la pescadilla que se muerde la cola: cuanto más se extienda su utilización, más se contribuirá a reducir su mayor coste de fabricación frente al queroseno convencional, pero es que es muy caro para usarlo ya...Y aquí es donde debería entrar la financiación pública, la famosa colaboración público-privada, para potenciar el conocimiento y hacerlo accesible al mayor número de partners que pudieran aportar su talento porque ¿qué mejor que invertir en acciones que revertirán en la calidad de vida del planeta? #seaceptapasta
Además, en todos los casos, tanto en el mar como en el cielo, para poder a llegar al objetivo de reducir nuestra contaminación, será determinante el uso de la digitalización y la innovación aplicada. Ojo señores de los dineros públicos, aquí también pueden invertir.
Airbus está desarrollando un concepto de avión ZEROe que supondría contar con un avión comercial sin emisiones propulsado con hidrógeno para 2035. Y en mar ya tenemos buques como el “CMA CGM Jacques Saadé” propulsados por GNL o el fast ferry “Eleanor Roosevelt” que usa biometano. Así que opciones hay, nos queda que la eficiencia de la propuesta y la rentabilidad económica se aproximen. Vayamos a por ello.