Si la campaña presidencial de EE.UU. es el espejo en el que mirarnos el resto de las democracias, apañados estamos. Y sin embargo, con un 26,3% del PIB mundial según las previsiones del Fondo Monetario Internacional, EE.UU. sigue siendo la primera potencia del mundo, por lo que lo que allí se diga y se haga, importa. Y mucho.
La singular campaña electoral, marcada por la retirada de Joe Biden, el doble intento de asesinato de Donald Trump y la confrontación entre éste y Kamala Harris sobre política exterior, cambio climático y justicia racial, como se vio en el debate de la pasada semana, ha otorgado también un claro protagonismo a China como el enemigo común de Demócratas y Republicanos, que parecen estar de acuerdo en que es la principal amenaza para la seguridad y la hegemonía estadounidense.
Ambos partidos se han mostrado decididos a restaurar las cadenas de suministro críticas del país y devolver su control a EE.UU. frente a la amenaza china, en lo que puede considerarse una reivindicación de la soberanía logística. La clave está en saber conjugar esta aspiración con unas relaciones comerciales provechosas con el principal socio comercial del mundo . Tal vez es ya la hora de supeditar la economía a la seguridad; las relaciones comerciales a la soberanía nacional; un dilema que se dirime también en un escenario tan sumamente estratégico y complejo para la economía y la seguridad como son los puertos.
“Hemos cedido el poder a China al sacrificar la seguridad económica a largo plazo por ganancias financieras a corto plazo”
La pasada semana se publicaron los resultados de una investigación del Comité Selecto sobre el Partido Comunista de China (PCC) y el Departamento de Seguridad Nacional de la Cámara de Representantes de EE.UU., que detecta amenazas potenciales a la seguridad de la infraestructura portuaria estadounidense por parte de China. El informe revela cómo Shanghai Zhenhua Heavy Industries (ZPMC), una empresa de propiedad y gestión gubernamental, domina el mercado global de grúas portuarias STS, con un 80% de cuota en EE.UU., y cómo el mayor dominio de la infraestructura marítima de China provoca vulnerabilidades significativas de ciberseguridad y seguridad nacional tanto para EE.UU. como para sus aliados. Las pruebas reunidas indican que ZPMC podría servir como un “caballo de Troya” capaz de ayudar al PCC y al Ejército de China a explotar y manipular los equipos y la tecnología marítima de los EE. UU. a petición suya.
Y el informe añade: “Al sacrificar la seguridad económica a largo plazo por ganancias financieras a corto plazo, le hemos dado al PCC la capacidad de rastrear el movimiento de mercancías a través de nuestros puertos o incluso detener la actividad portuaria en un abrir y cerrar de ojos. En medio de la agresión de China en la región Indo-Pacífico, nuestro mayor adversario geopolítico podría ejercer este poder para influir en la actividad militar y comercial global en caso de una escalada. Desafortunadamente, las soluciones no siempre son simples y China mantiene una influencia maligna sin precedentes sobre competidores y proveedores”.
Sea Kamala Harris o Donald Trump quien dirija la política estadounidense en 2025, las relaciones EE.UU-China condicionaran en gran medida el futuro del planeta, también de la logística y la cadena de suministro global. El informe del Departamento de Seguridad Nacional de EE.UU. ha dado con la clave: “Hemos cedido el poder a China al sacrificar la seguridad económica a largo plazo por ganancias financieras a corto plazo”. Pero la globalización también era esto ¿o acaso no lo quisimos ver?