En el sector del transporte internacional hay todo tipo de profesionales, con todo tipo de cualificaciones. Es cierto que algunos, con haber estado en el sitio adecuado, en el momento oportuno, han salido adelante por las corrientes de aire que genera el movimiento de las macromagnitudes que se barajan en este universo. Las oportunidades, las facturaciones, los beneficios, incluso los fracasos, son enormes. Como también lo es la capacitación de muchísimos de nuestros profesionales.
La propia idiosincrasia de nuestro mundo logístico exige a determinados cargos directivos gestionar el presente de forma acertada... e inmediata. Hasta ahí podemos considerar que esto es común a otros muchos sectores. Pero hay más.
En nuestro universo logístico, en especial en el sector portuario, se pide algo más al directivo: tener visión de futuro. Muchas de las decisiones que se toman hoy van a concretarse en 10, 15 o 20 años. Algo de pitonisos han de tener los ingenieros que trazan los nuevos accesos, las nuevas terminales. Algo de adivinos son los economistas que determinan las inversiones en grúas o en barcos.
Esas decisiones de futuro no tienen posibilidad de entrega inmediata ni devolución. Hay que intuir cómo va a ser el mundo en general y el sector en particular... dentro de muchos años. Y jugársela. Muchos de nuestros altos directivos están más que acostumbrados a pedir carta por muy buena jugada que tengan en las manos. No es una opción no moverse. Hay que ser adivinos y apostar, con fundamento, experiencia, números y datos, pero apostar.
Lo bueno o malo que tenga que pasarle a la economía mundial se empieza a escribir antes en nuestro sector
Con esto, debería tenerse mucho más en cuenta lo que pasa en nuestro sector para ver cómo está la economía global hoy y cómo va a estar en el futuro. Por muchas razones. Los síntomas que percibe el transporte hoy son siempre la avanzadilla de lo que va a venir para todos los sectores, más pronto que tarde. En una economía en crisis, los primeros brotes verdes se van a detectar en el transporte. Antes de que esa mejoría la perciba el ciudadano de a pie, ya se está notando en los buques y los muelles. Del mismo modo, cuando se avecina una crisis, los primeros en detectarlo son las grúas y los camiones.
Si lo que nos interesa es mirar más allá, a un horizonte más lejano, se puede echar un vistazo a las grúas que hay encargadas, a los barcos que hay en astilleros, a su capacidad, a las fechas en las que está prevista su entrega. Los que han decidido, y acertado, tantas veces a la hora de dar el visto bueno a inversiones millonarias a largo plazo, deberían ser tenidos más en cuenta. Lo bueno o malo que tenga que pasarle a la economía mundial se empieza a escribir antes en nuestro sector. Solo falta saber leerlo bien.
Además, el sector ofrece datos añadidos, también especialmente valiosos. En la lucha por salvaguardar el medioambiente, las navieras dedican potentes inversiones en la investigación constante en busca de nuevas fuentes de energía limpia, en alternativas para que los buques minimicen su capacidad de contaminación cuando navegan y la anulen cuando están en puerto.
Ampliando un poco más el foco, también hemos de estar muy atentos a lo que se mueve en las zonas aledañas a los grandes puertos. Las iniciativas de investigación y desarrollo gustan muy especialmente de ubicarse cerca de los puertos, secos o no, desde impresión digital a nuevas tecnologías, desde nuevas ideas empresariales a futuristas granjas de insectos. Mirar al sector es mirar a una bola de cristal, aunque más barato y con más posibilidades de acierto.