A veces uno no puede evitar esbozar media sonrisa, marcadas ya en la comisura de los labios las arrugas del tiempo, cuando al curiosear entre las carpetas guardadas en un cajón o amontonadas en una estantería, descubre documentos, notas, escritos... cuya lectura a la luz del día devuelven a una época en la que el futuro se dibujaba con línea recta y continúa, como si en la mesa del arquitecto los proyectos ya cobraran vida desde su misma concepción en el papel.
Luego, la obstinada realidad se encarga, las más de las veces, de archivar el papel, las ideas y los proyectos, en un cajón o estantería cualquiera; y en el mejor de los casos, en el trastero de la memoria, sin registro de entrada.
Hace unos días descubrí en el interior de una carpeta, insertada en otra carpeta, contenida a su vez en otra mayor, cuales muñecas rusas, una nota de prensa en papel de la Autoridad Portuaria de Pasaia, fechada el jueves 13 de mayo de 2010 , que con el título “Más del 60% de los gipuzkoanos (sic) son favorables a la construcción del nuevo Puerto de Pasajes”, afirmaba también que “el proyecto de traslado al puerto exterior se valora más positivamente cuanto más se profundiza en sus implicaciones”.
Dicen que ninguna nostalgia se siente tan fuerte como la nostalgia por las cosas que nunca existieron. Y es de entender que la comunidad portuaria guipuzcoana, su tejido económico y empresarial, los representantes de las administraciones y de las fuerzas políticas que entonces apoyaron la construcción del nuevo puerto en la ladera del monte Jaizkibel, catalogado desde 2004 como Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) Jaizkibel-Red Natura 2000 e incluido como Zona Especial de Conservación (ZEC), sientan ahora cierta nostalgia al recordar los tiempos en los que el nuevo puerto fue una posibilidad cierta, pero con un cronograma al que se le paró el reloj antes incluso de que comenzara la cuenta atrás.