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La presencia de los VIPs

  • Última actualización
    21 junio 2024 05:20

No me gusta la palabra VIP, pero la usaré para que me entiendan. Invitar a un VIP a algún evento es iniciar, en más ocasiones de las deseadas, una auténtica odisea. Entre jefes de gabinete, jefes de comunicación, jefes de protocolo, aspirantes a jefes y carpetillas distinguidas, la misión se vuelve más peliaguda que la ocupación de Afganistán. Llama la atención la diferencia que hay entre el interés que ponen en campaña electoral y luego, en el día a día. En el primer contexto, optan por estar en todas partes, amables, considerados, dialogantes incluso. Luego, unos más que otros, se ponen estupendísimos, distantes, altivos a veces, a la hora de contestar a una concreta y directa invitación. Algunos de esos VIPs, no todos, han estado al otro lado del mail. Antes de ser invitados han sido “invitantes”, pero claro, algunos cargos borran memoria y senderos, y no te devuelven el conocimiento y la sensatez hasta que dejas de ostentarlos. Como quien despierta de un sueño, de golpe, la caída al vacío fuera del poder les hace volver a la realidad, despiertos por el intenso frío que hace fuera de la cálida manta de adulación permanente que suele cubrir al poder.

Hay innumerables asociaciones, eventos, iniciativas de todo tipo, que solicitan la presencia de este o aquel VIP. Los objetivos siempre son tres: elevar la categoría mediática del evento, mostrar a lo más alto lo que se está haciendo y, sobre todo, coger ánimos para seguir trabajando, en la mayoría de los casos, de modo totalmente altruista.

Igual que los artistas viven del aplauso, las asociaciones de ocio, de negocio o benéficas, cuando no cuentan con salario concreto para los que además de guiarlo tiran del carro, se mantienen a base de ese combustible imprescindible: el ánimo.

Ver en tu asamblea, fiesta, aniversario, cena benéfica o presentación al conseller, alcalde o ministro significa coger impulso, sentir que se va por el buen camino. Son la guinda a la organización de ese tipo de eventos que aspiran a lo máximo.

Se agradece mucho que asista el VIP a inaugurar, presidir o intervenir, pero más se agradece que cuando esté... esté

Hace tiempo un buen amigo me decía que su sueño era montar un evento en el que estuviera prohibida la presencia de políticos. Debe ser interesante eso, pero no conozco caso alguno que lo haya conseguido. Por suerte o por desgracia, los asistentes a las convocatorias hablarán más de qué VIP estuvo que del mensaje que se quisiera transmitir.

Se agradece mucho que asista el VIP a inaugurar, presidir o intervenir, pero más se agradece que cuando esté... esté. Que escuche o haga como que escucha. Que dedique tiempo a informarse de a dónde va y por qué.

Tienen que tener en cuenta, VIPs y gabinetes, la importancia que para esta o aquella asociación tiene su presencia. El ánimo o desánimo que genera. Pero sobre todo, hay que considerar, casi a la misma altura, la importancia de respetar el tiempo ajeno. Contestar. Esa es la clave. No hoy ni mañana, pero sí en un tiempo prudencial, de modo concreto y claro. Recibir una negativa pronto produce tristeza. Recibirla tras estar mareando la perdiz durante meses, despierta el enfado.

Que conste que no lo digo por mi experiencia. Tenemos la suerte, o lo que sea, de que nuestros invitados suelen atender nuestras invitaciones pronto y afirmativamente. Todo un privilegio, lo sé. Cuando escribo de la importancia de la presencia de los VIPs en determinados eventos, pienso en amplio mundo del asociacionismo, con tanto trabajo de tantos, puesto al servicio de este o aquel colectivo, sin retribución alguna, cuando no con gastos a su cuenta. No me los desmoralicen.