El transporte marítimo de mercancía a temperatura controlada lleva puesto a prueba desde el estallido de la pandemia sanitaria. Tras más de 20 años creciendo de manera ininterrumpida, el tráfico de contenedores reefer a lo largo y ancho del planeta parece haber entrado en una especie de letargo a la espera de tiempos mejores. No significa esto que hayamos entrado en una crisis sin precedentes en este sector, sino que la demanda ha frenado su escalada.
La mayoría del comercio de este tipo de mercancías se realiza por mar, no les descubro nada nuevo cuando escribo esto. Y por ello, cualquier vaivén en esa demanda afecta a las navieras, que son las que se encargan de hacer llegar las piñas de Costa Rica hasta Canadá, las bananas de América Latina a cualquier punto del globo, o de hacer cumplir los exigentes requisitos de la industria farmacéutica para que sus productos lleguen en perfectas condiciones a su destino.
Todos los eslabones de la cadena logística del frío son importantes para asegurar el éxito del trasiego de este tipo de productos, eso nadie lo pone en duda. Sin embargo, me van a permitir que en este Punto de Fuga haga especial mención a la capacidad de adaptación que llevan realizando las compañías de transporte marítimo en los últimos años. La utilización de las nuevas tecnologías, la digitalización de procesos y documentación, la renovación de sus flotas de contenedores y unos equipos altamente especializados y dedicados íntegramente al tráfico de mercancía reefer son los pilares en los que las grandes compañías navieras se apoyan para poder dar respuesta a todas y cada una de las necesidades y exigencias del sector.