Actualmente, se habla mucho de la “última milla” por la necesidad de estudiar la implementación y desarrollo del transporte sostenible en las ciudades y el reparto de las mercancías que transportan los vehículos de la cadena de suministro en el último tramo.
La cadena de suministro es aquella que se necesita para que una mercancía llegue a su destino/propietario desde la entrega de la misma al operador, que es el primer actor de esta cadena de suministro. Esto quiere decir que, desde que una mercancía grande o pequeña se dispone para su envío, ha de ser recogida en un domicilio o centro de carga (nodo logístico) para su expedición hacia el punto de destino, donde otro nodo logístico o de reparto entregará la mercancía a su propietario de destino a través de un reparto interno en la Comunidad Autónoma o provincia en cuestión.
La primera y última fase se realiza, generalmente, a través de vehículos medianos o pequeños, que ocupan un espacio que se puede ver afectados por situaciones de conflicto con el tráfico rodado de las ciudades, lo que explica el tiempo que se suele tardar en esta última etapa.
Esta denominación de “última milla” inicialmente fue lógica al considerar que era ese espacio el que ponía en dificultades la entrega en tiempo de la mercancía al cliente y que, por supuesto, estaba incluido en el contrato de la cadena de suministro. Del mismo modo, se puede considerar esta “primera milla” como la primera fase de un espacio que puede interferir en la cadena logística, ya que puede afectar al tiempo de entrega de la mercancía a transportar.
No obstante, el primer extremo de la cadena (el de recogida de la mercancía), aunque también interviene en la logística del transporte y su cadena, está más acotado que el último, ya que la cadena de suministro dispone de un tiempo extra desde el momento en que el “propietario” de la mercancía indica que se puede recoger. Este suele ser un intervalo de tiempo determinado, hasta que la cadena de transporte (que no de suministro), comienza su andadura.
Es decir, ese tramo no es tan definitorio como el extremo último, en el que el cliente está esperando que le entreguen la mercancía en el tiempo convenido y que está reflejado en el contrato de logística y suministro del servicio.
Algunos expertos en la materia optan por referirse a ambos espacios como “milla comercial”. Puede que esta definición sea correcta, ya que el contrato de la cadena de suministro se puede ver afectada en ambos casos. Con el avance de la tecnología y de la necesidad de cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), parece que estos espacios se pueden reducir para mejora de la cadena de suministro. También hay que tener en cuenta que la distribución urbana de mercancías (DUM) es crucial para el sostenimiento económico y social de la ciudad al influir, entre otros aspectos, en la seguridad vial y en la ocupación del espacio urbano.
Por ello los problemas de la distribución urbana de mercancías requieren soluciones integrales, ya que afectan a los transportistas y operadores logísticos, a los generadores de carga, a las autoridades locales y a los usuarios de la vía pública.
Este hecho viene avalado por el, según parece, próximo uso de “drones” que puedan recoger y distribuir determinadas mercancías, según sus pesos/masas, en ese espacio comercial o “primera/última milla”. En este caso, cabe destacar que es importante involucrar a las compañías de logística para llevar cabo dicha distribución.
Por supuesto, para poder operar de acuerdo al uso de drones hay que contar con una normativa y legislación reguladora clara para que las entidades que agrupen en ciudades centros de distribución puedan operar legalmente.