Pareció, cuando se levantó el estado de alarma, que todo podría volver poco a poco a la normalidad, a la nueva primero y a la normal después. Pero, como nos temíamos, solo fue un espejismo. Nos despertamos con la mano en el bacín.
Esos días post alarma fueron, otra vez, de vino y mantel. Distintos grupos de amigos logísticos -existen, se lo aseguro- se lanzaron, o nos lanzamos, a la añorada pitanza con sobremesa, tratando de convencernos unos a otros de que esto estaba ya amainando, aunque, al no ser muy tontos, en el fondo sabíamos que no, que todavía no.
La fuerza del coronavirus nos ha devuelto de nuevo a la casilla de salida, incluso, en muchos ciertamente crecientes, a no salir de casa. Si das positivo, a casa, tengas o no tengas síntomas. Si has estado al lado de un positivo, a casa. Si pasabas por ahí… a casa. De momento 14 días. Que luego ya veremos.
Al principio conocíamos pocos casos de gente con Covid, ahora conocemos pocos casos que no estén implicados o involucrados. El resultado es que los eventos, cócteles, ferias, conferencias, comidas de trabajo… se han vuelto a eliminar. Y hemos perdido buena parte de la gracia de todo esto.
Igual que los contenedores no pueden moverse sin contactar con otros elementos de la cadena logística, a los profesionales del sector les cuesta un poco más el día a día sin echarse unas risas, en directo, cara a cara, con amigos, colaboradores y compañeros
Igual que los contenedores no pueden moverse sin contactar con otros elementos de la cadena logística, a los profesionales del sector les cuesta un poco más el día a día sin echarse unas risas, en directo, cara a cara, con amigos, colaboradores y compañeros.
Acostumbrados a vernos día sí y día también, estos demasiados meses de distancia y aislamiento están haciendo mella en la moral de la tropa.
La comunicación personal entre unos y otros es parte crucial de este sector. Y no veo gráfica alguna que se preocupe por el tiempo que llevamos sin vernos. Y debe tener su importancia, porque en la mayoría de mensajes que intercambiamos no lanzamos deseos de “a ver si el tráfico de exportación sube” o “que ganas tengo de que se recuperen las bolsas”.
Yo lo que oigo va más por la línea de “en cuanto pase todo esto quedamos” o “a ver si nos vemos y nos damos un abrazo como Dios manda”. Las manos vacías preocupan, y mucho, pero no menos que los brazos vacíos. Y si nos dan a elegir no crean que todos elegirían llenar las manos.
El comer juntos, el abrazarnos, el contarnos novedades, el reír y criticar, es el pan que nos ayuda a digerir lo intenso y duro que a veces es este sector, sin eso… con o sin Covid… nos falta el aire.
Pobre de aquel que haya aprendido algo en esta crisis. Lo básico, a valorar lo realmente importante, ya deberíamos tenerlo muy claro hace mucho tiempo, con virus o sin él.
En ese apartado de cosas importantes ya teníamos los encuentros entre profesionales-amigos logísticos. Ojo, no todos los encuentros ni a todos los profesionales, que tampoco es esto La Casa de la Pradera.
Pues eso… ojalá nos abracemos pronto.