Pasará el tiempo, queramos o no, y fliparemos con nuevas tecnologías, cuatros puntos ceros, incubadoras, start ups, emprendimientos, inteligencia artificial y derivados. No es para menos. Es para fliparlo en colores. Y lo que nos queda.
Todo muy santo y muy sabio. Y muy aplicable a la logística, que ya nunca volverá a ser la misma. Tan santo y tan sabio como reconocer que, en logística, los veteranos que todavía se cruzan con nosotros en eventos, ferias y fiestas han vivido revoluciones y cambios tanto o más rotundos. Sin darse ni que les den importancia.
Pareciera que el sector logístico, tal y como lo conocemos, venga así de fábrica, y que su desarrollo definitivo se vaya a producir a partir de ahora. Parecen condenados al olvido los rotundos pasos de progreso que se han vivido en logística, desde los años 60 y 70, sin ir más lejos.
Todavía están entre nosotros los directivos que han vivido la vertiginosa evolución del transporte internacional. No tengo duda de que el mundo sería totalmente distintos si a Malcom MacLean no se le hubiera ocurrido agrupar las mercancías en un contenedor, allá por los años 50, ayer como quien dice.
La definitiva evolución de la logística es especialmente reciente y significativa, y tan relevante como pueden llegar a ser los avances que van asomando en nuestro horizonte de desarrollo inmediato. No importa si no se valora como merece la evolución de los sistemas de transporte, con el contenedor como piedra angular de esa rotunda evolución. Lo que sí estaría bien es que se tuviera en cuenta esa deuda de reconocimiento con los veteranos directivos logísticos.
Me pasa con la logística como con el flamenco... se me están yendo los maestros, los mejores, los que establecieron las bases de todo esto. Muchos de ellos, volviendo a la logística, siguen trabajando día a día, sin que se les de la importancia que merecerían en cuanto se repasara su trayectoria, sus comienzos, que son, al fin y al cabo, los comienzos del esplendor actual de la logística.