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Los puertos y el laberinto del Minotauro de lo técnico y lo político

  • Última actualización
    30 octubre 2024 05:20

Los nombramientos efectivos y aspiracionales de los últimos días en el sistema portuario ofrecen un interesante campo de análisis en torno al talento y la gestión portuaria, donde por cierto, todo lleva ya mucho tiempo inventado, incluso aquello que jamás podríamos imaginar.

Hay 3+1 campos muy definidos a la hora de la designación de un presidente de autoridad portuaria, designación, no lo olviden, siempre política porque la hace el gobierno autonómico de turno y, además, mientras la historia en este sector no nos demuestre lo contrario, tiene lugar siempre que hay en el gobierno cambio de color político o cambio de socios que también lo hemos vivido.

Tomemos como ejemplo el actual sistema portuario. La primera opción de esta decisión política es nombrar presidente a un político (Barkala, Teófila...); la segunda opción es nombrar a un profesional de reconocido prestigio (Javier Sanz en Baleares, por ejemplo); la tercera opción es nombrar a un técnico de la casa o del sistema en general (Landaluce, Chao, Carbonell...); y la 3+1 opción, no me resisto, es directamente no nombrar a nadie, sublimación en este caso de Cartagena, quien sigue incumpliendo la ley de Puertos de manera evidente si bien, en el fondo, su vicepresidente entre de lleno en lo de profesional de prestigio reconocido, aunque el Gobierno murciano prefiera no “reconocer” nada.

En cuanto a los presidentes de puertos políticos, los opinadores debiéramos taparnos un poquito. Siempre son acogidos con escepticismo y resignación, por aquello de la desazón y las precauciones que nos suscita la alta política, pero la historia demuestra que son mayoría los casos de capacitación y valía, generando al final un cariño y una adhesión que son, por cierto, el pesar que en la despedida lleva a valorar con esa citada resignación al sucesor.

Hay 3+1 campos definidos al nombrar presidente

Prejuicios radicalmente opuestos suscita la elección de los técnicos de la casa. El último ejemplo de recibimiento entusiasta (y merecido) lo tienen en el Diario de hoy mismo con José Alberto Carbonell en Barcelona, una apuesta que ahora mismo brilla de la mano de Rodríguez Dapena en Puertos del Estado, junto con los citados Landaluce o Chao, pero que no es un invento de ahora, pues Valencia con Del Moral o Aznar, Burgasé en Tarragona o el propio Puertos del Estado con José Llorca son buenos ejemplos de la importante labor de los perfiles técnicos en el sistema portuario a lo largo de los últimos 30 años, y, por cierto, con a veces sensaciones encontradas porque el conocimiento, la precisión y la argumentación de estos “técnicos” les hacen, por decirlo claramente, huesos duros de roer a la hora de intentar venderles motos, vengan de donde vengan, y es ahí entonces cuando al hacer balance ya el cariño se trufa de otras subjetividades.

En este contexto, merece la pena hacer un apunte sobre el segundo escalón, nombramiento que por cierto ahora debe afrontar Barcelona tras el ascenso de su director. Si bien a lo largo de los últimos 30 años el presidente siempre ha sido mayoritariamente político y el director siempre ha sido alguien de la casa o con amplia experiencia en el sistema portuario, vemos casos muy recientes de cómo una presidenta de la casa decide ir fuera del sistema en busca como director de un profesional de reconocido prestigio o incluso un presidente político decide nombrar director a otro político. Nada está escrito.

Y menos tras constatarse que el presidente de OPPE deberá a partir de ahora nombrar a sus directores por concurso público. Parece que pesará así más lo técnico que lo político, aunque somos conscientes de lo fácil que es en el sistema hacer concursos y pliegos a la medida de los candidatos preestablecidos, por lo que esta enésima traba burocrática no parece que resuelva el laberinto del Minotauro de lo técnico y lo político.