En unas semanas se cumplirá un año del inicio de los ataques de los rebeldes hutíes en el Mar Rojo a buques mercantes abanderados o con intereses en una lista de países que ellos consideran enemigos, hecho que motivó que muchas navieras modificaran sus itinerarios para evitar los peligros de navegar por esa zona, y ahora lo hagan por el cabo de Buena Esperanza en los viajes entre Asia y Europa.
Es más distancia, más costes directos, más consumo de combustible y de emisiones y una vuelta más en la tensión constante a la que están sometidas las cadenas de suministro.
Por un lado el mercado ha ido normalizando a lo largo de estos meses esta anomalía, y si en un principio implicó una subida general de fletes y de las dificultades de espacio de carga en puertos asiáticos, la regularidad ha vuelto a los tráficos; y proveedores de servicio y clientes gozan de una cierta estabilidad y regularidad.
Se han producido cambios en los niveles de ocupaciones de terminales de contenedores en el Mediterráneo, afectando en positivo a España por los incrementos de los movimientos de contenedores de los principales puertos y, a pesar de la fortaleza de nuestro sistema, no es descartable que se pueda llegar a la saturación, que conllevaría dificultades de todo tipo y muy especialmente a las empresas usuarias españolas.
El tráfico en el Mar Rojo se ha reducido, pero numerosos buques de todo tipo continúan navegando por la zona y atravesando el Canal de Suez.
Nada presagia que a corto plazo la situación prebélica en la zona vaya a decaer, más bien todo lo contrario
Llevábamos unas semanas en las que habían descendido los ataques a mercantes, aunque han repuntado en los últimos días, por lo que sigue siendo una zona de alto riesgo para las embarcaciones y sus tripulaciones. Y eso sin descartar los riesgos reales de desastres ecológicos, como el que estuvo a punto de suceder al ser atacado el petrolero “Sounion” en agosto, y que afortunadamente pudo remolcarse a zona segura para trasvasar el crudo y eliminar el riesgo de vertidos.
Muchos países se han visto afectados de una u otra manera, pero sin duda ninguna una de las mayores víctimas de esta situación es Egipto.
Una de las razones es por la disminución del tráfico por el Canal de Suez, que es una de las mayores fuentes de riqueza del país. Se estima que desde el inicio de los ataques de los hutíes, el tráfico y los ingresos se han reducido por encima del 50%, y si en el último ejercicio fiscal el Canal aportó a la economía egipcia unos 10.000 millones de dólares, para este año se prevé que los ingresos vayan a caer a la mitad. Como un ejemplo más de lo difícil que es hacer previsiones en nuestro sector, las tarifas del Canal se incrementaron el año 2023 un 15%, debido a los excelentes resultados del sector durante los años 2021 y 2022. ¡No solo ganaron dinero las Navieras!
Ahora mismo, las noticias que llegan de la zona son terribles. Israel, Líbano, Siria, Irán, y el propio Egipto, están sometidos a graves tensiones políticas y militares y nada presagia que a corto plazo la situación prebélica vaya a decaer, más bien todo lo contrario.
Y las consecuencias serán nefastas para las poblaciones afectadas, el comercio, el transporte marítimo, y para la economía de parte del planeta. Disculpad, pero hoy tengo mi optimismo habitual en modo avión.