Empieza 2025 prácticamente donde lo dejamos a final de 2024. Absorbidos como estamos por los conflictos internacionales, la inestabilidad geopolítica, la conflictividad en los puertos de Estados Unidos y su influencia en los fletes de la ruta transpacífica -una de las más importantes de todo el mundo-, las restricciones al comercio internacional , la normativa ambiental implementada por las instituciones europeas, y todo lo que ha de venir a partir del mes de febrero con el nuevo panorama de alianzas marítimas, no caemos en que hay problemáticas de marcado carácter local que, si bien a nivel global no suponen mucho, traen de cabeza a aquellos que las sufren más directamente.
La decisión de Marruecos de cerrar de manera unilateral la Aduana Comercial con Melilla en agosto del año 2018 fue un acto de proteccionismo y de restricción del comercio internacional de manual. Y lo fue por tres razones. La primera y principal, porque impide una gran parte de los intercambios comerciales entre España y el país vecino. La segunda, porque coloca en seria desventaja a las empresas exportadoras e importadoras melillenses. La tercera, porque ha provocado la desaparición de decenas de empresas y centenares de puestos de trabajo, no sólo aquellos más relacionados directamente con el sector logístico, sino también con todo el tejido comercial de Melilla.
En 2022, España y Marruecos estamparon su firma en un Acuerdo Bilateral en el que se recogía, entre otras muchas cosas, la apertura gradual de la Aduana con Melilla y la creación de una nueva en Ceuta. Dicho anuncio fue acogido con moderada satisfacción por los profesionales logísticos melillenses. Desde entonces, se han dado algunos pasos en esa dirección, pero el paso del tiempo ha demostrado que han sido del todo insuficientes para volver a poner en marcha una parte importante de la economía de la Ciudad Autónoma. Algún anuncio en el BOE, y pocas y contadas pruebas en esa Aduana han sido los únicos avances. Como saben, de anuncios y pruebas no se vive.