Tres años después de su constitución, el balance que nos deja la Mesa de Coordinación de la Carga Aérea es decepcionante.
Al fin y al cabo, qué podemos esperar de un órgano que desde aquel primer encuentro de 2022 no se había vuelto a reunir ni una sola vez en sesión plenaria hasta el pasado 30 de enero.
Y no se trata de que las expectativas fueran elevadas ni que nos hubiéramos dejado arrastrar por el entusiasmo y la grandilocuencia de calificar la creación de la mesa como histórica. Cien veces que lo hiciéramos, cien veces que deberíamos iniciar la andadura con el mismo nivel de exigencia, pues no cabe otro y es la única forma de ser espoleados hacia las cotas deseadas.
Tampoco todo esto nos coge por sorpresa. Sabíamos los riesgos que rodean a una iniciativa de este tipo. La inacción era una posibilidad y tal vez por eso parte del sector lo ha digerido con cierta indiferencia, anestesiados ante este tipo de situaciones.
En todo caso, el problema es siempre la Administración, que te sitúa maniqueamente en la disyuntiva de lo ideal y lo posible, pero ni siquiera por pragmatismo, sino para que su inacción no tenga consecuencias de ningún tipo.
Esta es la verdadera razón por la cual la Mesa de Coordinación de la Carga Aérea no es más que una entelequia sin armazón jurídico, donde toda la responsabilidad que se puede exigir nos sitúa de nuevo en la ya consabida emboscada de la voluntad política.
La Mesa debe ser creada, regulada y contemplada como tal por Ley
Y es que en cualquier otro formato el Ministerio no se siente cómodo, porque se retuerce cuando se percibe legítimamente exigido y, por eso, cuando en la gestación de los proyectos se reclama compromiso, ellos salen indefectiblemente con el discursito embaucador de que lo importante es arrancar; que crear estructuras complejas solo dilata los procesos; que es muy importante al inicio la agilidad; que todo ello no cuestiona en absoluto el nivel de compromiso y toda la retahíla de mandangas para que no ocurra nada si las cosas terminan inanes en el cubo de la basura.
Recuerden que ya Foro MADCargo, en la génesis del proyecto, para evitar estas circunstancias, se reservaba la secretaría técnica de la Mesa, como única forma de mantener intactas las agendas, objetivos y ritmos de trabajo, en un inagotable pulmón de autoexigencia. No lo aceptó el Ministerio, que acaparó la secretaría y así nos ha ido, rumbo casi a la extinción.
Ahora el secretario general Benito Núñez ha reflotado la voluntad política del Ministerio y se ha comprometido a tres reuniones anuales de la mesa, un loable objetivo pero, tal y como ya propusimos en su día, la Mesa no puede permanecer al albur de esos “compromisos”. La mesa debe tener un carácter institucional pleno y un adecuado armazón jurídico. En definitiva, es necesario insistir en la propuesta de que la Mesa de Coordinación sea creada, regulada y contemplada como tal por Ley y como un órgano más del Ministerio, a imagen de otros comités, para lo cual era el instrumento ideal el Proyecto de Ley de Movilidad Sostenible, donde precisamente se acelera la creación de órganos de este estilo dentro del Ministerio.
Es triste pero solo así se logra que en determinados ámbitos de la Administración determinadas iniciativas se tomen en serio y, sobre todo, perduren en el tiempo y las voluntades de unos y otros queden encadenadas. Todo lo demás es una triste lotería.
Dicho todo esto, no esperemos en ninguna circunstanca un espíritu desaforadamente proactivo por parte de la Administración. El papel de las organizaciones sectoriales sigue siendo fundamental, por lo que no es descabellado reclamar la secretaría. Ahí está el ejemplo del CNTC. La Administración no puede ser un freno.