Este Suricata, experto en cazarlas al vuelo, puede dar buena cuenta de ello, porque, a menudo, alguien que sabe entender las cosas hace bueno al que no sabe explicarlas y, a la inversa: alguien que no sabe entender puede destrozar el discurso de quien se explica la mar de bien.
Es un poema escuchar siempre, aunque aún más si cabe en estos críticos días, a determinados políticos detallar cuestiones específicas sea de la materia que sea: frases que se cortan, interjecciones, dudas, generalizaciones, imprecisiones... todo vale para salir del paso ante determinadas cuestiones planteadas por los periodistas.
Entrecomillar textualmente cualquiera de estos discursos se hace imposible, un insulto para el lector. Esta necesaria labor de traducción, de rellenar los huecos, de completar los silencios, incluso de limar imprecisiones, le toca al periodista si es que se quiere transmitir algo con sentido y, eso sí, sin ocultar ni maquillar las competencias que cada portavoz desvela: milagros, a Lourdes.