Un imán tiene una propiedad que lo define y distingue de los demás minerales: la atracción. Si lo despojamos de esa particularidad se convierte en uno más del montón, en un mineral negruzco con menos personalidad que un grillo.
Y aunque en la escuela nos enseñaron que a través de la electricidad podemos crear objetos que atraigan a otros cuerpos (recuerden aquel mítico experimento con un clavo largo enrollado con un cable cuyos extremos se conectaba a los bornes de una pila de 12v), la realidad es que no es posible cambiar la naturaleza. Otra cosa es transformarla artificialmente.
¡Nene, no tienes carisma, no lo intentes! Te puedes poner encima todas las capas que quieras, puedes intentar burlar las miradas más simples y cautivar mentes con menos criterio que el creador de la letra del reguetón más escuchado del momento, pero lo de dentro no lo puedes cambiar. Eso es así.
Necesitamos personas con carisma, porque ellas son las que lideran y tiran del carro, no sólo cuando necesitamos de ellas, sino todo el tiempo. Una persona carismática no sabe que lo es porque una sus principales virtudes es la humildad, la suficiente como para estar permanentemente buscando ese complejo equilibrio.
Bufones, fantasmas, acaparadores de conversaciones e incluso ignorantes que seleccionan su audiencia a golpe de cartera, son algunos de los especímenes con los que a menudo nos topamos comprando su carisma a peso. Y eso, repito, no se compra.
El carisma nace desde muy adentro. Desde un profundo respeto hacia las personas, unas sólidas convicciones humanas y sociales, una coherencia vital y, por supuesto, desde el máximo conocimiento del entorno.
Nuestro sector, cualquier sector, necesita líderes que tiren del carro y que abanderen las reivindicaciones y el sentir de cada colectivo. Pero un líder sin carisma no es más que un transmisor de ideas.
La logística y el transporte necesitan líderes con carisma. Personas que sean capaces de transmitir, sí, pero también de convencer. Personas visionarias que entiendan que el futuro se construye con todos y para todos; personas con un profundo conocimiento del mundo que les rodea
La logística y el transporte necesitan líderes con carisma. Personas que sean capaces de transmitir, sí, pero también de convencer. Personas visionarias que entiendan que el futuro se construye con todos y para todos; personas con un profundo conocimiento del mundo que les rodea y de la actividad que les ocupa; personas con empatía capaces de trabajar en equipo y que hagan de la escucha activa uno de sus principios básicos; personas que no se gusten escuchándose y que sean enemigas del argumento único.
Nuestro sector va saliendo adelante porque, mal que bien, ha encontrado personas comprometidas que saben lo que dicen y lo que quieren.
En el ámbito del transporte y la logística, desafortunadamente, la política sigue huérfana de líderes capaces de abanderar ciclos de cambio y de tomar las riendas cuando el sector lo reclama.
Y puede que todo se reduzca al mismo problema: ya ni siquiera hablamos de carisma, nos referimos al ingrediente básico que debe atesorar cualquier líder: conocimiento de su sector y de su gente. A partir de ahí, el abismo.
Si nunca dejaríamos nuestra salud en manos de un titiritero, tampoco deberíamos permitir que aquello que nos da de comer quede en manos de ilusionistas.