Queremos transformaciones tecnológicas, medioambientales, sociales y culturales rápidas, de resultados inmediatos, que reviertan los mundos que durante décadas hemos creado.
Empezamos siempre por las buenas, con la concienciación y, al final, no nos queda más remedio que asumir que las transformaciones, las reconversiones y las reivenciones en este mundo sólo funcionan con palo y zanahoria. Palo es prohibir, obligar y, por supuesto, sancionar, por la vía normativa e, incluso, aunque suene duro, por la vía del aislamiento social. Y durante e, incluso, antes, hay que aplicar la zanahoria por la vía, inevitable, de las ayudas públicas. Ni siquiera los gigantes económicos tienen la capacidad de transformarse y provocar el cambio del mercado en los plazos fijados por las agendas de la innovación, el cambio climático y la transformación social. Nadie cree tanto en estos valores como para dilapidar sus cuentas de resultados mientras el vecino mira para otro lado o se queda paralizado. O aunamos las estrategias o seguiremos parados. La revolución no es tan simple.