Volcado en el mundo de la canasta, hasta hace algunos años el fútbol ocupaba un espacio muy secundario en mis intereses deportivos. El deporte rey no me interesaba, salvo las citas con amigos y familiares para ver un partido en concreto, en esos encuentros en los que el deporte es sólo la excusa para comer, beber y ponerte al día con aquellos a los que no ves de manera regular. La vida, no obstante, te lleva por caminos que no pensabas transitar. Mi hijo pequeño se inclinó por el fútbol, y ahí me tienen, acudiendo a entrenamientos y partidos, poniéndome al día a marchas forzadas con alineaciones y ligas tanto nacionales como extranjeras, y consumiendo partido tras partido, tutorial tras tutorial, hasta que comienzas a cogerle cierto gusto y reconoces en tu fuero interno que, tal vez, lo que algunos llaman pretenciosamente deporte rey no sea tan aburrido. Anteayer pude disfrutar -digo disfrutar con todas las letras, lo reconozco- de dos partidos de fútbol intensos e interesantes. Por un lado, el Levante se llevó los tres puntos frente al Castellón, y sigue siendo líder de Segunda División. Por otro, España eliminó a Países Bajos en los cuartos de final de la UEFA Nations League, en un partido casi eterno en Mestalla. Dos partidos, dos claros ejemplos en los que gana quien más resiste.
El axioma “Resistir es vencer” ha sido pronunciado y defendido en centenares de ocasiones a lo largo de la historia. Al final, en la mayoría de las situaciones de confrontación no se gana porque se derrote al adversario que tenemos enfrente, sino porque hemos tenido la fuerza suficiente para no caer ante sus embestidas.
No soy nada partidario de hacer historia-ficción
El próximo mes de abril se cumplirán 31 años desde que la Autoridad Portuaria de Valencia, el Ayuntamiento de la ciudad y la Generalitat Valenciana rubricaban la constitución de la Zona de Actividades Logísticas del Puerto de Valencia. Más de tres décadas que valen para calificar como eterno un proceso que ni Joan Lerma, ni Fernando Huet ni Rita Barberá (firmantes de ese acta de constitución el 14 de abril de 1994) imaginaron que iba a dilatarse tanto en el tiempo. En estos 31 años la alcaldía de Valencia ha cambiado dos veces de manos (Joan Ribó y María José Catalá), mientras que la presidencia de la Generalitat Valenciana lo ha hecho en media docena de ocasiones (Eduardo Zaplana, José Luis Olivas, Francisco Camps, Alberto Fabra, Ximo Puig y Carlos Mazón). En el caso de la presidencia de Valenciaport, tras Fernando Huet, llegaron Juan Antonio Mompó, Rafael Del Moral, Rafael Aznar, Aurelio Martínez, Joan Calabuig y Mar Chao.
A lo largo de todos estos años, la ZAL Puerto de Valencia ha dormido el sueño de los justos, a la espera del desbloqueo judicial y administrativo que permitiera dar vida a la zona. El pasado año comenzó a gestarse el cambio. El Grupo MSC se convertía en el primer operador en comenzar las obras de su futura plataforma logística. En las últimas semanas, se han conocido cuatro nuevas ofertas que optan a tres nuevas manzanas de la ZAL, que suman inversiones totales globales que oscilan entre los 38,4 y 50,3 millones de euros. Casi nada.
No soy nada partidario de hacer historia-ficción. En mi humilde opinión, preguntarse qué hubiera pasado si la ZAL se hubiera activado antes no va a devolvernos el tiempo perdido. Miremos, pues, hacia adelante. Pensemos en lo que vendrá después de que esas inversiones proyectadas en un papel se conviertan en una realidad. Pensemos en el valor añadido que aportarán a la actividad portuaria, pensemos en los puestos de trabajo que se crearán y pensemos, sobre todo, en las zonas de la ciudad que saldrán beneficiadas.