Nos encaramamos hoy al borde, casi físico, que comienza a marcar lo que es terreno minado y trufado de fiestas, puentes, acueductos y derivados. Las cenas y comidas de empresa, que mañana vivirán su día más deseado, son también una suerte de manifestación conjunta de deseos vacacionales que se interponen con una realidad empresarial a la que todavía le cuesta adaptarse a los ritmos vitales de las personas (porque al contrario casi que ya no es viable).
Porque no sé si lo han pensado, pero este año se puede dar la circunstancia de que algunas personas encuentren dos motivos para no ir a trabajar el lunes. La primera es que les haya tocado la lotería de Navidad y, la segunda, que no tengan vergüenza torera para dar la cara tras los bailes desenfrenados, exaltaciones de amistad (o enemistad) y manifestaciones y actuaciones diversas en la cena o comida de empresa del viernes anterior...
Sé que los cuñaos de siempre volverán a recordarme que la lotería de Navidad no es la que ofrece mayores premios, pero sí es la más jugada en nuestro país con diferencia, por lo que las posibilidades de que toque en nuestro entorno familiar o profesional se multiplican. Eso es así.
Pero como la mayoría afrontaremos el lunes sin pena (eso espero) ni gloria (a ver si nos cambia la suerte), más nos vale estar preparados para la semanita de “máximos” que tenemos por delante: máximo exponente del año de la media velocidad laboral, máxima acumulación de adrenalina familiar por metro cuadrado y máxima desesperación de los que quieren trabajar y no pueden, porque no les dejan, claro.
Hay que recordar que no debemos olvidar
Seguramente sabrán que después de los meses estivales el periodo de tiempo que acumula un mayor número de vacaciones por parte de los trabajadores es el que va desde Navidad y hasta pasado el Año Nuevo, bastante por delante de la Semana Santa, por cierto. No hay que estirarse de las trenzas, por lo tanto, si las oficinas se vacían y se convierten en páramos fríos y desolados.
Pero nuestro sector no para, ni puede parar, por lo que no queda otra que seguir remando para que nuestra barca no quede estancada y expuesta a los elementos. Toca seguir “pico/pala”, que diría nuestra querida “Picopala”.
El calendario ha querido que esta que leen ahora sea mi última columna de 2024. No me gusta hacer una exposición de recuerdos de lo que ha sido el ejercicio porque, para bien o para mal, se trata de experiencias que nos han ayudado a conformar nuestra personalidad, no se pueden cambiar y ahí van a permanecer para siempre. Pero este año ha sido algo diferente porque para muchos de nosotros ha estado especialmente marcado por la tragedia que nos trajo la DANA del 29 de octubre.
Han pasado casi ya dos meses desde que la barrancada y sus devastadoras consecuencias sacudieran el corazón de todo el país, también el de los logísticos. Los avances que se han producido desde entonces para restablecer la normalidad, todos relativos, no han de empañar la realidad personal que todavía viven muchos valencianos afectados por el suceso y la delicada situación empresarial que atraviesan centenares de empresas y trabajadores, muchos de ellos vinculados a la logística.
Me gustaría centrar este Ojo Avizor de cierre de 2024 en recordar que no debemos olvidar. El foco mediático cambia de lado y la atención se deriva hacia otros asuntos. Es lógico. Pero nuestro deber pasa por seguir recordando. Todo lo que sea necesario.