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Nosotros o la inteligencia artificial

  • Última actualización
    27 septiembre 2024 05:20

Escribe nuestro sabio colaborador habitual, Albert Oñate, un más que interesante y documentado artículo sobre la posible inminente huelga de estibadores en la Costa Este y el Golfo de Estados Unidos. Y me lleno de recuerdos. Hacía tiempo que la estiba no protagonizaba noticias así, de huelga y conflicto. Desde que me dedico a esto de observar la actualidad logística cada día, los estibadores y “sus cosas” siempre ha sido un tema más que recurrente. Aunque, como digo, llevamos ya cierto tiempo de calma, de lo cual nos alegramos profundamente.

El motivo primordial para convocar una huelga de estibadores sigue siendo el mismo de siempre: garantizar sus puestos de trabajo y los de las generaciones venideras. El relato básico de su lucha sigue, también, siendo el mismo: si en este negocio todo el mundo se lo lleva crudo, por qué nosotros vamos a ser menos. El arma para conseguir sus objetivos también permanece inalterable: la unidad del colectivo les otorga una fuerza que no es fácil de encontrar en ningún otro gremio.

La diferencia entre antes y ahora es el tema que se ubica en el punto de mira de sus reivindicaciones. Ahora el pánico no es tanto a la privatización como a la automatización. Antes se luchaba por incrementar el censo de portuarios, ahora se pelea por que no disminuya de forma drástica.

Ahora el pánico no es tanto a la privatización como a la automatización.

Otro matiz diferenciador está en cómo se pelea la otra cuestión en discordia: la económica. Siempre se quiere ganar más. Pero hay métodos que ya no se llevan, que han cambiado. Antes se recurría a “negociaciones” para que los últimos contenedores que quedaban los atendiera esta mano de portuarios, y no tener que contratar otra, y evitar así retrasar la salida del barco. Y todo sin IVA. La forma de solucionar las cosas era también muy concreta entonces: el consignatario recibía la “información” de los portuarios, referente a lo complicado que iba a resultar mover ese último contenedor antes del cambio de mano, a no ser que se compensara a los chicos por el “sobreesfuerzo” que habrían de realizar. Lo siguiente era una llamada del consignatario a la naviera, para pedir autorización para compensar económicamente el sobreesfuerzo antes citado. Llamada que siempre acababa con el visto bueno del naviero.

Ahora ya todo es con IVA y la comunicación es directa y automática, ya que la terminal portuaria, en la mayoría de los casos, pertenece a la propia naviera. Esto podría llevarnos a la conclusión de que hay menos motivos para el enfrentamiento. Que el diálogo y el entendimiento estarían más cerca. Así podría ser, si no fuera por el nacimiento, relativamente reciente, de una nueva asignatura pendiente: la automatización, que ha visto la luz con el hándicap de que nadie controla sus repercusiones a medio y largo plazo.

Confieso, de nuevo, mi cariño y respeto hacia los muchos portuarios que conozco. Confieso, también, mi cierta envidia respecto a su unidad de acción.

Eso no quita que a esa envidiada unidad le exijamos perspectiva a medio y largo plazo, imaginación y flexibilidad para construir juntos un futuro tan bueno o mejor como el pasado y el presente. Trabajar en un sector con ciertos márgenes de beneficio supone que también hay márgenes de maniobra para conseguir soluciones positivas para todos. Un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Las posibilidades que nos traen las nuevas tecnologías deben aprovecharse al máximo como valiosas aliadas para conseguir soluciones, sin tener que pasar por algo tan pasado de moda como una huelga de estibadores portuarios.

Hemos de crear futuro sobre la automatización, nosotros, o la inteligencia artificial.