Y no es que haya surgido ayer, pues fue un término acuñado por el profesor Henry Chesbrough en 2003, con el que se proponía una nueva estrategia de innovación para las empresas. Pero si ya cuesta que se apueste y se dediquen recursos para innovación, imagínense si se les sugiere que, además, cooperen con organizaciones o profesionales externos para diseñar su propia estrategia. Suena a utopía, ¿verdad?
Y sin embargo, resulta que es lo que están haciendo las grandes, demostrando las ventajas que se desprenden de esta nueva manera de innovar. ¿En qué consiste? De alguna manera, la innovación abierta incorpora inteligencia colectiva al proceso de innovación, consiste en combinar el conocimiento interno con el externo para sacar adelante proyectos de estrategia y de I+D+i.
Se estarán preguntando: y ¿de dónde sale ese conocimiento externo? Existen varias fuentes como pueden ser los institutos tecnológicos o las universidades, pero lo que más despunta a día de hoy y que abandera la innovación abierta es innovar mediante start-ups. Las start-ups o compañías emergentes, suelen ser empresas de reciente creación, normalmente fundadas por un emprendedor o varios, con una componente tecnológica e innovadora manifiesta en su ADN y presumiblemente con una elevada capacidad de crecimiento. Y digo “suelen ser” porque esto es como todo, y existen algunas start-ups facturando el triple de lo que lo haría cualquier PYME, que de emergentes lo único que tienen es el saber moverse en los círculos de los que calzan deportivas en lugar de mocasines, pero eso ya es una cuestión que daría para varios cafés.
Pues bien, bajo el modelo de innovación abierta, los proyectos pueden originarse tanto dentro (intra-emprendimiento) como fuera de la empresa, pueden incorporarse tanto al principio como en fases intermedias del proceso de innovación, y pueden alcanzar el mercado a través de la misma compañía o a través de otras empresas (spin-off, licencia de patentes, etc), el espectro es variado y cada empresa debe encontrar su fórmula ideal dependiendo de la fase en la que se encuentre.
Intentado concretar un poco más: pongamos que tengo una empresa de logística y me da por introducir la innovación en mi modelo de negocio, porque soy un poco “illuminati” y sé que de lo contrario el futuro puede ser todavía más incierto y, dentro de esa estrategia defino los retos que me preocupan hoy y algunos que sé que me preocuparán mañana. El “business as usual”, es decir, lo que haría de normal, sería intentar encontrar una solución a mis problemas, ya fuera buscando a un proveedor de soluciones o contratando a alguien que me lo pudiera resolver. En contrapartida, lo que me propone la innovación abierta es que exponga mis retos al exterior, que haga una llamada a innovadores y acepte compartir parte de las entrañas de mi negocio para que ellos, que vienen de fuera y no están condicionados, puedan darme varias soluciones distintas o parte de una posible solución a alguno de mis desafíos.
Lo bueno de estos socios de innovación es que son pequeños y flexibles, suelen trabajar con metodologías Lean, por las que prueban la potencial solución en estado piloto y la van evolucionando en iteraciones con poco espacio de tiempo entre sí, adaptándola en cada una a las necesidades reales, las de ese momento. El resultado: ellos me hacen mejorar como empresa reduciendo mi esfuerzo y yo les proporciono un campo de pruebas para luego poder estandarizar y escalar su producto. ¿No es maravilloso?