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Ojo al dato

  • Última actualización
    06 marzo 2025 05:20

En este tiempo que nos ha tocado vivir hay pocas cosas tan ciertas y contundentes como el dato. Alguien me dirá que la muerte también se puede sumar a ese carro, pero yo ahora mismo incluso tengo dudas, la verdad.

De cómo cada uno gestiona sus datos y genera valor con ellos es precisamente uno de los asuntos que copan gran parte de las charlas de gestión empresarial en la actualidad, por lo que no vamos a insistir en esta humilde columna que, además, tiene su particular visión de toda esta historia que ahora se llama “Big Data” por cierto.

El dato, como tal, ha existido siempre y su valor ha sido exactamente el mismo: enorme. Lo que ha evolucionado sensiblemente es la forma para gestionarlo y extraer de él todo el valor que tiene, algo que ahora es bastante más sencillo gracias al desarrollo de la informática y el apoyo inevitable e incalculable de la inteligencia artificial.

Buscar ejemplos de empresas que en los últimos años han triunfado gracias a la gestión de los datos es una tarea sencilla, pero por si hay algún lector despistado bastaría con citar ejemplos como Netflix, Amazon, Uber, Zara, Apple, Spotify... que han sabido analizar la información disponible para realizar predicciones y tomar decisiones acertadas en forma de productos a medida, personalizados y ajustados a las tendencias y gustos de cada cliente.

Dicho todo lo cual, conviene señalar que si ahora nos volcamos en desarrollar una cultura de devoción extrema al dato sin tener nada más en cuenta, podríamos vernos abocados al fracaso más estrepitoso.

Hay decisiones que necesariamente debemos pasar por el filtro de la ética

Primero porque los datos históricos no siempre tienen que ser representativos del futuro y hay situaciones de gran incertidumbre (pandemias, DANAS, Filomenas...) en las que es imprescindible echar mano de la intuición y la experiencia humana.

Por otra parte, la creatividad humana para desarrollar nuevas ideas, productos o estrategias disruptivas es difícilmente reemplazable por un modelo de datos, por no hablar de la gestión de los recursos humanos, comportamientos que requieren un conocimiento profundo del contexto social y cultural o el desarrollo de la motivación, la empatía y el liderazgo efectivo: hitos que van más allá de métricas cuantificables.

Finalmente, y aquí entramos ya en terreno pantanoso, hay decisiones que necesariamente debemos pasar por el filtro de la ética, por lo que requieren considerar principios y valores que no siempre pueden cuantificarse.

Si lo llevamos mucho a lo humano, si el dato fuera infalible, con hacer un equipo de fútbol con los jugadores que mejores números aportan en su posición sería suficiente como para ganar todas las competiciones. Pero no es así porque además de que enfrente tenemos un rival que también juega, hay datos que no controlamos: lesiones, estados de forma, estados de ánimo, motivaciones...

Es evidente que el dato no es infalible, pero también es cierto que nos puede ayudar mucho y puede facilitarnos la vida si somos capaces de utilizarlo bien.

Las grandes navieras y operadores logísticos del planeta tienen claro por dónde se escribe el futuro y ya han tomado muchas decisiones al respecto. No tardaremos en comprobar cómo están trabajando el dato, cómo nos va a influir y, lo que es más importante, cómo nos va a beneficiar.