Apenas habían transcurrido unas pocas semanas de mi incorporación a la redacción de Diario del Puerto en el verano de 2007, cuando una mañana de septiembre asistí a la presentación oficial, en el Palacete del Embarcadero de Santander, del entonces nuevo presidente de la autoridad portuaria cántabra, Christian Manrique.
Recién embarcado en el periodismo logístico y portuario, aquel fue uno de mis primeros contactos con este particular ecosistema en el que los ámbitos empresarial y profesional, administrativo y político, tanto interactúan entre sí, generando a menudo roces y fricciones, aunque en aquella ocasión mi percepción fuera bien distinta. “El consenso define la presentación de Manrique como nuevo presidente del Puerto de Santander” titulé, de hecho, entonces, por lo que allí percibí en los gestos y discursos de los protagonistas.
Aquella soleada mañana de septiembre, el presidente saliente del Puerto de Santander era Javier del Olmo; el presidente de Puertos del Estado, Mariano Navas (antecesor, por cierto, del primero en Santander); el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, y el alcalde de Santander, Íñigo de la Serna. Es decir, el PSOE de Rodríguez Zapatero gobernaba en España; el PRC de Revilla lo hacía en Cantabria, en coalición con el PSC-PSOE de Lola Gorostiaga, y la vara de mando municipal estaba en manos del PP de la Serna, que nueva años más tarde cambiaría la vara por la cartera de Fomento.
Conviene matizar que dicho consenso, entendido éste como el acuerdo adoptado por consentimiento entre todos los miembros de un grupo, no parecía incluir al partido entonces en la oposición, cuyo representante en el Palacete del Embarcadero, el alcalde de Santander, no tuvo turno de palabra, si mi memoria no me falla. Y si la tuvo, no quedó reflejado en la posterior crónica.
Han transcurrido desde entonces 16 años en los que, a lo largo de las sucesivas presidencias del citado Christian Manrique, José Joaquín Martínez Sieso, Jaime González y Francisco Martín, el Puerto de Santander ha experimentado una profunda transformación. Más de tres lustros en los que se han puesto los cimientos de un puerto moderno, eficiente, diversificado y orientado al futuro, con muchos proyectos que ya son realidad y otros que lo serán en los próximos años.