Los Juegos Olímpicos de París 2024 son un evento de magnitud global, y no sólo en el ámbito deportivo. Como en todas las citas deportivas de envergadura mundial, la capital de Francia se convierte estos días en el centro del mundo, donde están puestos todos los focos y donde, por tanto, nada puede fallar. La llegada de cientos de miles de visitantes, las estrictas medidas de seguridad -y las consecuentes restricciones sobre la movilidad de personas y mercancías- y las decenas de puntos de atención para seguir todas y cada una de las disciplinas deportivas son los ingredientes de una receta a la que muy pocos se atreven a meter mano.
Para saber de lo que hablamos, analicemos de forma somera lo que ha supuesto únicamente la ceremonia inaugural: 85 barcos navegando por el Río Sena -más alrededor de una decena de buques preparados por si hubiera alguna avería de última hora-, colocación de unas 40.000 barreras por toda la ciudad, más de 50.000 efectivos de seguridad -entre policía y personal militar-, casi 7.000 deportistas que participaron en la ceremonia, más de 250 autocares preparados para el traslado de los protagonistas, la instalación de 124 gradas y unos 320.000 espectadores que no se quisieron el evento en directo.
¿Cómo se gestiona todo esto? ¿Cómo se coordinan las grandes cifras de una cita de estas características para que todo funcione? Pues sencilla y llanamente, con logística. Porque es una logística bien engrasada la que permite que todo salga a la perfección, que la ceremonia inaugural discurre por donde debe, y que los deportistas que buscan la tan ansiada medalla de oro puedan concentrarse en lo que deben, y no en si su equipo y su material han llegado dónde debían en el momento adecuado.
Es una logística bien engrasada la que permite que todo salga a la perfección
En unos Juegos Olímpicos no puede dejarse nada al azar. Por ello, el concurso de todos y cada uno de los eslabones de la cadena logística es fundamental. Son esas empresas las que deciden invertir con el objetivo de aumentar sus recursos antes, durante y después de los Juegos Olímpicos para que nade falle, las que deciden poner en circulación nuevos vehículos con los que llegar a tiempo durante unos días en que las exigencias de puntualidad se exacerban hasta casi lo indecible, y las que no dudan en utilizar las nuevas tecnologías para optimizar rutas o saber en qué punto exacto está la mercancía, por ejemplo.
Pero la logística no sólo es protagonista, sino también sufridora de una cita deportiva como la de París. Pensemos, por ejemplo, en las empresas de transporte internacional por carretera, que deben sortear las restricciones de circulación en Francia para llevar sus productos a otras partes de Europa, unas restricciones que aumentan los costes operativos en forma de más consumo de combustible o de una mayor necesidad de alquiler de zonas de almacenamiento donde dejar la mercancía a la espera de que las autoridades francesas levanten la mano. ¿Quién asume esos costes extra? Las propias empresas, como siempre, y lo hacen con todas las consecuencias, porque cumplir el compromiso con el cliente está por encima de todo lo demás.
Sea como fuere, cuando nos sentemos estos días frente al televisor a la búsqueda de un nuevo récord mundial de los 100 metros lisos, para ver a Estados Unidos llevarse la medalla de oro de baloncesto de una manera insultante o simplemente para aplaudir la elegantísima manera de ganar una medalla de bronce por parte del judoca español Fran Garrigós, seamos conscientes, por un momento, del papel que juega la logística para que todo esto sea posible.