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Propósitos y despropósitos

  • Última actualización
    29 diciembre 2023 16:41

Buenos días. Feliz Año Nuevo. Los buenos deseos, mejor expresarlos al comienzo, no por llevar la contraria a mi compañero de página Raúl Tárrega, sino porque así quedo bien con ustedes sin necesidad de que se lean todos los párrafos de esta columna, a no ser que sean de los que comienzan a leer por el final.

Año Nuevo y nuevos y buenos propósitos son una misma cosa. Pero leyendo la columna de Raúl de hoy, que arranca con algunos de estos buenos propósitos -aunque por reincidentes, no tan nuevos-, no reprimo la tentación de traer a esta columna los (des)propósitos del humorista y escritor Pepe Colubi para este 2024 recién inaugurado. “Mis propósitos para el Año Nuevo: aprender a fumar, perder inglés, dedicarle más tiempo a mi peso, dejar a mi familia”. Honestidad no le falta. Pero de su cumplimiento debería rendir cuentas Colubi el 31 de diciembre próximo. Que el humor es un asunto a tomarse muy en serio.

Año tras año por estas mismas fechas, nos entregamos al inane juego de los buenos propósitos, que únicamente nos trae desazón y pesadumbre al comprobar nuestra propia inconsistencia para cumplirlos. ¿No será mejor, como hace Colubi, plantearse (des)propósitos más realizables para así evitar tener que mirarnos en el espejo de nuestras propias debilidades?.

De buenos propósitos está empedrado el camino del infierno, dice el refrán, aunque lo cierto es que los malos propósitos sí conducen irremediablemente a él. El transporte marítimo, el comercio mundial, está sufriendo directamente las consecuencias de los malos propósitos de los rebeldes hutíes del Yemen con sus ataques a buques mercantes en una zona del Mar Rojo de paso obligado para acceder al Canal de Suez. En principio, contra buques con bandera de Israel o con escalas programadas en alguno de sus puertos, aunque no se puede descartar la extensión de los ataques a buques que no entran en estos dos supuestos.

La acción deliberada del hombre para atacar al transporte marítimo vuelve a destapar la enorme vulnerabilidad de esta actividad

Esta vez, sin embargo, la disrupción de la cadena de suministro global no se ha producido por un evento fortuito como sucedió con el bloqueo del Canal de Suez por parte del “Ever Given”, o por una pandemia como la del COVID-19, o por fenómenos climáticos como la escasez de agua en el Canal de Panamá, o por la propia dinámica de los mercados, como el desequilibrio entre oferta y demanda.

Está siendo la acción deliberada del hombre para hacer daño al transporte marítimo como pilar básico del comercio mundial y la globalización, la que está destapando la enorme vulnerabilidad de una actividad cuya esencia es diametralmente opuesta a los objetivos que persiguen sus atacantes, como es la unión de personas y civilizaciones a través del mar.

En cualquier conflicto bélico anterior, el transporte de mercancías ha sido también un objetivo militar prioritario, pero las consecuencias de las acciones de guerra tenían un alcance geográfico mucho más limitado. En el mundo hiperconectado de hoy, los efectos de un bloqueo en una región clave para el comercio como el Mar Rojo, se extienden en todas direcciones y a todas las regiones.

Por eso, no nos propongamos propósitos que por buenos que sean no vamos a poder cumplir. Con evitar caer nosotros mismos en el despropósito y neutralizar los malos propósitos ajenos, es más que suficiente. Y si no, siempre podremos plantearnos la vida como Pepe Colubi. Con humor.