Algunos puntos, de distinta índole, llamaron mi particular atención de nuestro Desayuno Informativo del lunes. Empezaré, para quitarlo de en medio pronto, con lo peor del encuentro, algo que todo aquel que organiza eventos sufre en sus carnes, y a lo que yo no me acabo de acostumbrar, y espero no acostumbrarme nunca: la ligereza con la que hay quien confirma y reconfirma que asistirá a un evento con alto coste por persona y con lista de espera para ocupar el sitio... y, finalmente, ni se asiste, ni se avisa; ni antes, ni durante ni después del evento. Estas actitudes, mínimas pero excesivas, no pueden hacernos dudar del interés máximo de la convocatoria, ya que el silencio total de los 200 asistentes durante la hora y media que duró, es un indicador rotundo de lo muy interesante de las intervenciones de unos y otros, bajo la inmejorable batuta de Miguel Jiménez.
Pudimos constatar el lunes la alta capacidad de comunicación de los cinco ponentes. Álvaro Rodríquez Dapena consiguió condensar con brillantez lo muchísimo que siempre tiene que transmitir. Gerardo Landaluce volvió a hacer alarde de rotunda claridad y orden de ideas, fundamentada en el tiempo que lleva defendiendo apasionadamente los temas en los que cree, a veces solo y a veces en compañía de otros. Mar Chao estuvo más suelta, tranquila y cómoda que nunca. El año que lleva en la presidencia de la APV le está dando aplomo para transmitir con éxito sus mensajes en los escasísimos foros de comunicación a los que acude. Ricardo Barkala estuvo contundente y directo, como se espera de él, sin renunciar a obsequiarnos con alguna pincelada de humor socarrón, especialmente agradecida por la concurrencia. Lluís Salvadó, mantuvo su línea de concreción y aportación de interesantes mensajes de imprescindible análisis posterior. Nos gusta pensar que todos se sentían como en casa, al igual que ocurrió con ellos mismos o con sus antecesores en las dos ediciones anteriores de estas bienales. El acudir a un evento de Diario del Puerto supone encontrarse con caras conocidas, que hablan el mismo idioma logístico y que tiene la misma ocupación y preocupación.