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Química pura

Don Eleuterio Egusquiza (alias “El Lute”) era por naturaleza desconfiado, socarrón y un tanto chapado a la antigua. Al menos para quienes cursábamos el B.U.P.  a principios de los 80 en aquel colegio del barrio de Indautxu de Bilbao donde los curas de sotana y clergyman y los de Levi’s Strauss  y camisa a cuadros de felpa, convivían en aparente armonía. Atento con los buenos alumnos, compasivo con los torpes e inmisericorde con los zascandiles, Don Eleuterio, que era seglar, se paseaba en cada clase de uno a otro lado de la tarima recitando elementos y fórmulas químicas, describiendo propiedades  y reacciones, como quien desgrana las cuentas de un rosario con infinitas estaciones.

  • Última actualización
    07 octubre 2019 17:29

Con la mano derecha inmóvil en el bolsillo de su bata blanca y la izquierda dibujando enlaces imaginarios en el espacio, Don Eleuterio pretendía desvelarnos los misterios de la química y transmitirnos su pasión  por una ciencia que, por lo que a mí se refiere, me importaba entre poco y nada.

El debía saberlo. Por eso, cuando en el primer  examen escrito del curso, el de la Tabla Periódica, saqué un 10, Don Eleuterio, desconfiado, socarrón y un tanto chapado a la antigua; atento con los buenos alumnos, compasivo con los torpes e inmisericorde con los zascandiles, me tomó por uno de estos últimos y al día siguiente de entregar las notas del examen, me hizo salir a la tarima para hacerme un examen oral por sorpresa y ponerme así en evidencia ante mis compañeros.  Al menos, eso pretendía. Pero saqué otro 10 y Don Eleuterio, más de 100 kilos de nobleza embutidos en su bata blanca,  se disculpó: “Perdón, señor Pinedo. Me he equivocado con usted”.

Con mi dignidad intacta, volví a mi pupitre sin pronunciar palabra y el curso transcurrió sin más sobresaltos. Química  no sería más que una asignatura más en mi vida. Aprobada. Y muy pronto olvidada. Sin embargo, los años me han demostrado que el que estaba equivocado no era Don Eleuterio sino yo. “La química está  en todas las cosas, en todos los lugares. Somos pura química”, insistía Don Eleuterio en cada clase. Y por más que nos citara ejemplos prácticos y que cada viernes en el Laboratorio nos los mostrara con aquellos experimentos que más de uno se empeñaba en replicar sin éxito en el Quimicefa, conmigo no lo pudo lograr. “Usted es aplicado, pero es de letras puras, señor Pinedo. Siga su camino”, me dijo Don Eleuterio el último día del curso entregándome en mano el sobre con la nota de Sobresaliente en Química”.  “Gracias, Don Eleuterio. Quién sabe... a lo mejor algún día cuando sea periodista escriba sobre elementos y propiedades químicas”. “Quién sabe, Sr. Pinedo...”,  dijo Don Eleuterio con una sonrisa, propinándome dos fuertes palmadas en el cogote a modo de despedida.

Como publicó este Diario el pasado viernes, para el sector del transporte y la logística, como una de las industrias más contaminantes, “el hidrógeno supone una gran alternativa para reducir las emisiones, debido a que es una de las energías que más potencia ofrece y que menos contamina”.  El pasado viernes, la XXIII Euromed  Convention de Grimaldi Group y su consejero delegado, Emanuele Grimaldi, pronosticaron un prometedor futuro al amoníaco  como combustible marino y para la reducción de las emisiones de dióxido de carbono y azufre. Grimaldi también aludió a la necesidad de exigir responsabilidades penales a quienes omitan declarar productos químicos peligrosos en los contenedores transportados en los buques... Tenía usted razón, Don Eleuterio.  “Somos pura química”. Lástima que ya no esté usted aquí para darme una última clase.