Hace unos días, el expresidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, publicaba un detallado informe sobre las medidas a tomar para aumentar la competitividad de la economía de la Unión Europea, un documento que será tenido muy en cuenta por la Comisión Europea para establecer las prioridades de la Unión Europea en materia económica. El estudio reconoce el éxito que ha tenido hasta el momento el sector marítimo del viejo continente, y establece varios retos a los que tiene que hacer frente para poder seguir siendo una referencia en todo el mundo.
Uno de los más importantes es volver a aumentar la cuota de flota mercante operada por Estados miembros. A pesar de que, en líneas generales, el informe reconoce que el marco regulador y fiscal ha sido una de las herramientas que ha posibilitado que el sector marítimo europeo sea uno de los más potentes del mundo, en los últimos años, dicha flota ha disminuido de casi el 40% al 35,4%, sobre todo por las facilidades existentes en otras zonas como Asia, Oriente Medio, Norteamérica e incluso Reino Unido, frente a las restricciones que impone el sector financiero europeo. Ser una industria muy globalizada tiene sus ventajas, pero, como ven, también abre la puerta para que se den estas situaciones. Este dato contrasta, paradójicamente, con el hecho de que, de las 10 primeras navieras de contenedores del mundo por capacidad, cuatro sean europeas, y aglutinen el 54,2% de la capacidad ofertada mundial.
Podría pensarse que, en un mundo tan globalizado, donde el movimiento de mercancías y capitales es relativamente fluido, el hecho de perder un poco de cuota no debería preocupar en exceso. Sin embargo, no deberíamos perder de vista el hecho de que la situación geopolítica dista mucho de ser tranquila, no sólo por los conflictos bélicos que trastocan día sí y día también las cadenas de suministro globales, sino por las guerras comerciales, que abonan el terreno para la vuelta de políticas proteccionistas y autárquicas que tanto daño hacen al comercio internacional y, por tanto, a nuestro sector logístico. Mantener y hacer crecer la flota operada por países europeos reforzaría no sólo el acceso de las empresas europeas a mercados clave, sino que garantizaría que la posición actual de Europa en esas cadenas de suministro fuera más segura.